La noche de navidad de 1734 se consumió entre las llamas el Alcázar Real de Madrid, que había sido la residencia oficial de la monarquía Habsburgo durante dos siglos. La nueva dinastía Borbón, que había comenzado a reinar en España tras la Guerra de Sucesión, encargó a Filippo Juvara, primero, y a Juan Bautista Sacchetti, después, la construcción de un gran palacio que sustituyera al edificio destruido. Este palacio aspiraba a convertirse en un símbolo de la nueva era política y cultural que se iniciaba entonces en España, y la decoración pictórica de sus bóvedas se convirtió en una de las empresas más importantes tanto por su compleja iconografía, que combinaba temas históricos, mitológicos y alegóricos, como por la cantidad y la calidad de los artistas que participaron.
La obra que vamos a analizar aquí es una de las primeras que se ejecutó, concretamente en la bóveda de la escalera principal del palacio, en el año 1759. Su autor fue el italiano Corrado Giaquinto, pintor que trabajó al servicio del rey Fernando VI, dando continuidad al Barroco decorativo de otros maestros italianos como Luca Giordano, que había dejado sus huellas en España cincuenta años antes.
El tema representado en esta bóveda es alegórico. La palabra alegoría viene del griego allegorein, que significa «hablar de manera figurada». Es una representación simbólica de ideas abstractas, valores morales o virtudes por medio de metáforas, personificaciones, bestiarios, objetos y otras figuras. La alegoría funciona como condensación, explicación o prefiguración de determinados significados de carácter moral. Así, cada personaje o animal representa un vicio o una virtud, porque el imaginario colectivo y la tradición lo identifican con él, o porque alguna de sus características está relacionada con ese vicio o virtud. Por ejemplo, una característica del perro es su fidelidad al hombre, así que, por alegoría, una obra de arte que represente a una mujer con un perro estará aludiendo a su fidelidad conyugal. Por consiguiente, las representaciones alegóricas no son gratuitas, son mensajes cargados de intenciones, y eso es lo que se expresa en la pintura de la bóveda de la escalera del Palacio Real de Madrid. Para interpretar adecuadamente su significado es necesario recurrir a ciertos tratados de iconografía que explican cómo y por qué se representa cada elemento de una manera determinada. El tratado más importante al respecto es la Iconología del italiano Cesare Ripa, que desde su publicación en 1593 conoció numerosas ediciones, y que era un libro de consulta habitual para todos los artistas plásticos, desde el Renacimiento hasta bien entrado el siglo XIX. Además de eso, contamos con una valiosísima Descripción de las alegorías pintadas en las bóvedas del Real Palacio, escrito por el erudito Francisco José Fabre en 1829, a petición del rey Fernando VII.
El tema representado en esta bóveda es alegórico. La palabra alegoría viene del griego allegorein, que significa «hablar de manera figurada». Es una representación simbólica de ideas abstractas, valores morales o virtudes por medio de metáforas, personificaciones, bestiarios, objetos y otras figuras. La alegoría funciona como condensación, explicación o prefiguración de determinados significados de carácter moral. Así, cada personaje o animal representa un vicio o una virtud, porque el imaginario colectivo y la tradición lo identifican con él, o porque alguna de sus características está relacionada con ese vicio o virtud. Por ejemplo, una característica del perro es su fidelidad al hombre, así que, por alegoría, una obra de arte que represente a una mujer con un perro estará aludiendo a su fidelidad conyugal. Por consiguiente, las representaciones alegóricas no son gratuitas, son mensajes cargados de intenciones, y eso es lo que se expresa en la pintura de la bóveda de la escalera del Palacio Real de Madrid. Para interpretar adecuadamente su significado es necesario recurrir a ciertos tratados de iconografía que explican cómo y por qué se representa cada elemento de una manera determinada. El tratado más importante al respecto es la Iconología del italiano Cesare Ripa, que desde su publicación en 1593 conoció numerosas ediciones, y que era un libro de consulta habitual para todos los artistas plásticos, desde el Renacimiento hasta bien entrado el siglo XIX. Además de eso, contamos con una valiosísima Descripción de las alegorías pintadas en las bóvedas del Real Palacio, escrito por el erudito Francisco José Fabre en 1829, a petición del rey Fernando VII.
Vamos a describir cada grupo de figuras y lo que representa cada una de ellas, primero individualmente, y después en conjunto. Arriba del todo se encuentra el escudo de armas de la monarquía española, rodeado de ángeles que portan guirnaldas de laurel como símbolo de la Victoria. Justo en el centro de la composición podemos distinguir una paloma blanca envuelta entre nubes, que representa al Espíritu Santo. Bajo la paloma está sentada una matrona vestida de blanco, con el rostro cubierto por un velo y una gran cruz en la mano, que personifica la Religión. A su izquierda se halla otra matrona con un vestido blanco un rico manto dorado, a quien un ángel le entrega la tiara papal, que simboliza la Iglesia. Entre ambas matronas hay dispuesto un altar con una llama encendida, y a sus pies se presenta la figura de España, que aparece como una heroína con espigas en una mano y un dardo en la otra, rodeada de otras armas y frutos, que aluden a su valentía y a la abundancia de sus riquezas. A España le acompañan otras figuras que encarnan sus virtudes características: debajo, en el centro, la Fama, significada como una joven alada envuelta entre amplios velos que sopla un clarín de oro, anunciando los valores y las victorias de la monarquía española; a la derecha la Prudencia, una mujer vestida de verde y oro que lleva en sus manos un espejo en el que mirarse a sí misma y una serpiente, símbolo de sagacidad y astucia; la Constancia, situada justo sobre la anterior, es una mujer que tiene su mano derecha sobre un brasero encendido mientras que con la izquierda se apoya en una lanza; la Justicia, a continuación, representada como una matrona coronada, que empuña un cetro y escucha el consejo del hombre que está junto a ella; y por último el Celo Religioso, personificado como un anciano sacerdote que lleva en la mano un azote, mientras un angelillo, debajo, trae una lámpara encendida, atributos que hacen referencia a su misión de castigar e iluminar a partes iguales.
Sobre este gran grupo central se dispone un arco de gloria en el que ya hemos dicho que se halla el escudo de España y además hay representadas otras virtudes. De derecha a izquierda está el Consejo, como un anciano sabio de barba blanca y túnica roja, que apoya su mano sobre un libro; junto a él está la Razón, como una noble matrona armada, que aferra un león con la mano izquierda y sostiene una palma de la victoria con la derecha, aludiendo a su dominio sobre el impulso descontrolado de los instintos y las pasiones. Al otro lado del escudo de España se encuentran la Vigilancia, representada como una mujer acompañada de un gallo y una lámpara encendida; la Fortaleza, una mujer armada con casco, que porta en la mano derecha un escudo y en la izquierda una rama de roble capaz de resistir a la fuerza los vientos; y la Verdad, que es una hermosa joven desnuda, que sostiene en una mano un sol resplandeciente y en la otra un libro abierto.
En la zona inferior de la bóveda el artista completó el programa decorativo con varias alegorías geográficas, que hacen referencia a los diversos dominios de la monarquía española en África, Asia y América. Finalmente, en las esquinas introdujo cuatro medallas pintadas a grisalla, que representan los cuatro elementos del cosmos (la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego), además de otras alegorías en la cornisa, que personificaban otras virtudes características de los monarcas Borbones (la Liberalidad, la Felicidad, la Magnanimidad, la Paz, la Victoria y la Abundancia).
En resumen, la iconografía de toda la bóveda pretendió justificar la grandeza de España, tanto material como espiritual, por su defensa de la Religión y de la Iglesia Católica, que se considera la verdadera inspiradora de sus victorias. Las virtudes tradicionales de los monarcas hispanos desde los tiempos de los Habsburgo (la Fama, la Prudencia, la Constancia, la Justicia y el Celo Religioso), hacen posible este triunfo con la ayuda de las principales virtudes cristianas (el Consejo, la Razón, la Vigilancia, la Fortaleza y la Verdad). Definida así la grandeza de España, se muestran sus triunfos en todo el mundo (África, Asia y América), con un sentido más evangélico que militar, y se conecta este pasado glorioso con el nuevo orden político impuesto por los Borbones, a quienes alude el gran escudo de armas que corona toda la composición y las virtudes representadas en la cornisa. Como puede comprobarse, nada es casual en el arte cuando éste se utiliza como instrumento de propaganda política.
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