La Universidad de Alcalá fue fundada por el Cardenal Cisneros en 1499 como la mayor empresa cultural del Renacimiento en España. Dedicada fundamentalmente a los estudios de Teología, Derecho Canónico y Artes, esta academia fue concebida como un insigne seminario en el que poder reformar la educación de los hombres de Iglesia desde la óptica del Humanismo Cristiano, con el objetivo de divulgar la doctrina católica por España y América. La base de todo ello fue el estudio exegético de las Sagradas Escrituras, consideradas entonces como el compendio de todos los saberes. Este estudio fue realizado de forma innovadora, comparando los textos de distintas versiones bíblicas (latina, griega, hebrea y aramea), revisándolos críticamente y editándolos de forma conjunta en la impresionante Biblia Políglota Complutense.
No obstante, el primer libro publicado en Alcalá fue éste cuya portada reproducimos aquí, la Vita Christi escrita por el cartujano Ludolfo de Sajonia, traducida del latín al castellano por Fray Ambrosio Montesino, e impresa en los talleres tipográficos de Estanislao Polono entre 1502 y 1503. El traductor, Fray Ambrosio de Montesino era un religioso franciscano muy próximo a la Corte de los Reyes Católicos. Espléndido predicador, fue uno de los poetas místicos favoritos de la reina Isabel, autor de un Cancionero de diversas obras de nuebo trobadas (1508) y de otros escritos de tema sagrado por mandato expreso de los reyes.
La Vita Christi era una de las grandes obras cristológicas de la Edad Media (su primera versión es del año 1378), y a partir del Concilio de Basilea (1431-1449) fue especialmente reconocido su carácter divulgativo, por lo que a principios del siglo XVI ostentaba un considerable prestigio y era perfectamente conocida por los lectores de toda Europa. El libro es una fusión de los cuatro Evangelios en un único relato sobre la vida de Cristo, acompañado de poesías descriptivas, comentarios de los Padres de la Iglesia, meditaciones y oraciones. Seguía de esta forma los cuatro aspectos principales de la interpretación medieval: literal, alegórico, moral y anagógico. Su objetivo era enseñar a leer y reflexionar acerca de la humanidad intercesora de Dios entre los hombres, justificando la oración como vía de conexión del alma con la divinidad. La Vita Christi plasmaba un peculiar espíritu de piedad que encantó a los aficionados cultos y a los intelectuales de la Corte, convirtiéndose en habitual libro de cabecera, y siendo más tarde recomendado por San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola, entre otros. Además fue una fuente de inspiración para la corriente coetánea de poesía devota (en temas, en espíritu e incluso en métrica), y para imaginerías y sermonarios, debido a la gran cantidad de detalles anecdóticos con que se reconstruía cada episodio de la Historia Sagrada, y a la inclusión de una tabla-repertorio de temas, organizada según el calendario litúrgico. A pesar de todo ello, la obra sería examinada posteriormente por la Inquisición, ya que se trataba de una versión bastante libre del Nuevo Testamento.
En la traducción de Fray Ambrosio de Montesino, que hoy se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, se destacaron con caracteres especiales y más gruesos los pasajes tomados directamente de los Evangelios. Este alarde tipográfico fue posible gracias al interés personal de Isabel la Católica, que encargó la obra, y a la financiación del mercader García de Rueda, introductor de las nuevas técnicas de la imprenta en Alcalá de Henares. Lo cierto es que el acabado final del libro es suntuoso: fue impreso en pergamino, en cuatro gruesos volúmenes encuadernados en piel que costaron más de dos millones de maravedíes. Esto nos habla de una gran inversión, mucho más cara que la destinada a otros libros publicados entonces por la Universidad de Alcalá. Así se explica que posteriormente se hiciera otra tirada menos lujosa, que no llegó a terminarse, pues de ella sólo conocemos algunos tomos. El éxito de la obra se manifestó en otras reediciones impresas a lo largo de la primera mitad del siglo XVI, casi todas ellas en Sevilla.
La imagen que vemos aquí es una xilografía, es decir, un grabado hecho sobre madera, de autor anónimo, que se repite en la portada de cada uno de los cuatro tomos que componían la edición alcalaína de la Vita Christi. La composición está dividida en dos partes: la inferior, que ostenta el escudo unificado de los reinos de España, sostenidos por el águila de los Reyes Católicos, y una filacteria alrededor que dice «Vita Cristi cartuxano româçado por fray Ambrosio»; y la parte superior, que representa una escena enmarcada por columnas, en la que aparecen los Reyes Católicos bajo un dosel, recibiendo el libro de manos de un franciscano arrodillado ante ellos, mientras que otro fraile más joven permanece a la izquierda, asistiendo a la escena reverencialmente, con las manos ocultas en el hábito. Este último personaje es probablemente Ambrosio Montesino, el autor del libro, y el que se arrodilla ante los reyes es seguro el Cardenal Cisneros, al que podemos identificar comparando sus facciones con las de otros retratos suyos. Así pues, Cisneros, como promotor y último responsable, está ofreciendo a los reyes el primer fruto salido de la Universidad de Alcalá, en la que se habían depositado las máximas expectativas de renovación científica y teológica, para garantizar el adecuado ingreso de España en la Edad Moderna. Tiene sentido que este proceso renovador se hiciera a partir de la revisión crítica del saber medieval, bajo la luz de la nueva cultura humanista del Renacimiento. La pose de los monarcas es muy reveladora a este respecto: Fernando se muestra orgulloso y satisfecho de recibir el libro, e Isabel se lleva una mano al corazón mientras señala una línea del texto, en un signo que aúna sensibilidad, anhelo de conocimiento y fervor religioso.
Un último detalle relacionado con el contexto de cambio característico de aquel momento en España, que expresa con claridad la convivencia entre dos períodos y estilos artísticos: en la misma imagen podemos comprobar cómo el orden de las columnas laterales y el ajedrezado del suelo en perspectiva se relacionan directamente con el arte del Renacimiento, pero la decoración floral de las enjutas del arco, de inspiración gótica, la arquitectura del fondo, que parece la de un viejo castillo, y la colocación errónea de las ventanas, siguen mostrando los defectos de una concepción del espacio todavía medieval.
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