Este grabado alusivo a la Conquista y Evangelización de América por España es una de las imágenes más sugestivas que adornan el libro Rhetorica Christiana, publicado en la imprenta de Jacopo Pretruccio, en Perugia, en el año 1579. El autor del texto y de las imágenes fue Fray Diego Valadés, un erudito franciscano, hijo de una indígena tlaxcalteca y de un conquistador extremeño enrolado en las huestes de Hernán Cortés durante la invasión de México. Valadés se educó dentro de la tradición humanística importada por los franciscanos a través de las primeras instituciones pedagógicas fundadas en la ciudad de México, y luego como discípulo y secretario del misionero Pedro de Gante, de quien aprendió el arte del dibujo y del grabado. Consumado lingüista y políglota, hablaba perfectamente el castellano, el náhuatl y el tarasco, y llegó a ser el primer mexicano capaz de publicar un libro en Europa.
La Rhetorica Christiana es una obra enciclopédica escrita en latín, en la que Diego Valadés refirió diversos aspectos etnológicos sobre los indígenas mesoamericanos, y desarrolló una serie de argumentos teológicos sobre su naturaleza y su capacidad para abrazar la fe cristiana. Desde este punto de vista defendió los métodos evangelizadores de las órdenes mendicantes, en especial de los franciscanos, de manera que el libro es tanto un tratado teológico como un análisis de las prácticas misioneras realizadas en el área de México a mediados del siglo XVI. Por esta razón posee un extraordinario valor histórico, antropológico y pedagógico, y la imagen que aquí presentamos es un buen ejemplo de ello. Se trata de un grabado hecho en cobre, en el que se representa una carabela, la típica embarcación española del siglo XVI, surcando las olas del mar. Del navío destacan poderosamente los pabellones de proa y popa, profusamente armados con cañoneras, y sobre todo el palo mayor, convertido en un gigantesco crucifijo que otorga al dibujo una extraordinaria carga simbólica. La carabela es un claro exponente de los adelantos científicos y técnicos, que permitieron a los españoles atravesar el Océano Atlántico y arribar al Nuevo Mundo a principios de la Edad Moderna. Los cañones hacen referencia a la potencia militar de los conquistadores, que se impusieron con facilidad a los indígenas gracias a sus armas de fuego. Y el mástil con Jesucristo crucificado vincula la conquista a un influyente proceso de aculturación basado en la difusión del Cristianismo.
En antropología, se define aculturación como el proceso consistente en la modificación de los modelos culturales y de las pautas de comportamiento de dos grupos sociales o etnias distintas, que se produce por el contacto directo o la transmisión de información entre ambos. En ocasiones, el intercambio entre los dos grupos sociales es equitativo y da lugar al mestizaje, pero durante la conquista de América lo que se produjo mayormente fue el colonialismo o imposición de la cultura española dominante sobre las culturas indígenas, consideradas deleznables o inferiores. De esta forma, las costumbres y tradiciones de los pueblos precolombinos fueron progresivamente sustituidas y finalmente olvidadas.
La difusión del Cristianismo se convirtió sin ninguna duda en el medio de aculturación más importante desarrollado en América durante los siglos XVI y XVII. De hecho, las expediciones de conquista no se justificaban por los intereses políticos de la monarquía española, sino como auténticas cruzadas emprendidas para combatir el paganismo o la idolatría, y extender la verdadera fe cristiana. Por eso las tropas iban normalmente acompañadas de frailes franciscanos, dominicos, agustinos o jesuitas, que se establecieron rápidamente en los territorios conquistados para iniciar la predicación, fundar diócesis y conventos, y celebrar los primeros bautizos. Además, los misioneros se esforzaron en aprender las lenguas indígenas, a través de las cuales pudieron transmitir mejor sus sermones y catecismos. La creación de escuelas para los hijos de los caciques contribuyó eficazmente a la propagación de la doctrina, porque los que recibieron esta educación ejemplificaron su conversión al cristianismo o incluso se convirtieron en predicadores, influyendo sobre el resto de la población nativa.
Pero el ideal de cruzada también legitimó religiosamente la violencia contra los pueblos amerindios, no sólo durante la batalla sino también durante el proceso de colonización. Así, a la ocupación de territorios, siguió la destrucción de sus templos y de sus dioses, para finalmente obligar a la conversión. Los atropellos no se suavizaron hasta que se conocieron las denuncias vertidas por el dominico Fray Bartolomé de las Casas, quien abogó por dar un trato más humano a los nativos. Como consecuencia de ello, el Emperador Carlos I promulgó las Leyes de Indias o Leyes Nuevas, en 1542, que pusieron a los indígenas bajo la protección de la Corona de España. A partir de entonces, el proceso de aculturación de América adquirió un talante más positivo, basado en la humanización de las condiciones de vida mediante la aceptación de valores profundamente evangélicos, como la práctica de la caridad, el amor y el servicio al prójimo. Ello no impidió, por un lado, que se siguieran cometiendo abusos, y por otro, que los propios indígenas mezclaran en ocasiones los dogmas cristianos con sus propios mitos y tradiciones religiosas. En cualquier caso, no cabe duda de que la conquista y la evangelización de América cambiaron profundamente la faz de aquel continente.
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http://www.archive.org/stream/rhetoricachristi00vala#page/n3/mode/2up
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