La imagen está dividida en dos mitades por una especie de arco iris que lo atraviesa a una altura de tres cuartos. Debajo del arco, contando desde la izquierda, aparecen el rey Felipe V, una figura femenina portando un cáliz, un dragón envuelto en llamas, el pequeño príncipe y su madre la reina María Luisa. El rey va vestido según la moda de la realeza francesa, con casaca roja ribeteada de oro, banda azul, pañuelo anudado al cuello y amplia peluca, lo que hace referencia a su origen como Duque de Anjou antes de haber sido elegido heredero de la corona de España. Felipe está pinchando con una espada al dragón, mientras señala con una mano el cáliz que trae la mujer situada a su espalda. Esta figura es una alegoría de la Fe, que se muestra con sus atributos característicos: una venda en los ojos (la Fe es ciega) y un cáliz del que asoma una hostia consagrada, alusiva al misterio de la Eucaristía. En el centro se encuentra el dragón, que desde tiempos medievales se utiliza como una representación de lo demoniaco. En este caso su significado es aún más evidente porque está pisoteando cálices, crucifijos y otros elementos de la religión católica mientras se consume entre llamas. A continuación aparece el príncipe Luis I aproximadamente a la edad de cinco años; viene ataviado con un manto de armiño, un bastón de mando y la orden del Toison de Oro, en clara referencia a su papel como futuro sucesor del trono de España. El príncipe imita a su padre en la actitud de pinchar al dragón y aparece protegido por su madre la reina María Luisa, que apoya los brazos sobre sus hombros. El fondo de la escena es un paisaje montañoso en el que destaca, en mitad de toda la composición, el monasterio de El Escorial, por encima del cual asoma un sol naciente que parece coronar la cúpula principal.
La escena superior es una gloria celestial en la que se distinguen tres figuras. La figura de la izquierda es un anciano cardenal acompañado de un libro y un león, atributos iconográficos característicos de San Jerónimo, que es uno de los cuatro padres de la Iglesia Occidental. La figura de la derecha es un hombre tonsurado y vestido como diácono, que sujeta una palma en una mano y una parrilla en la otra. La palma es un objeto que llevan habitualmente los santos mártires y la parrilla es el símbolo particular de San Lorenzo, porque durante las persecuciones del emperador romano Valeriano fue condenado a morir asado sobre unas brasas. La inclusión de estas dos figuras en el cuadro tiene sentido porque El Escorial era un monasterio de la orden de los jerónimos y estaba consagrado a San Lorenzo. En el centro de la gloria celestial aparece, finalmente, una estatua vestida de la Virgen María coronada y rodeada de ángeles.
El mensaje del cuadro puede resumirse de la siguiente forma. La nueva dinastía Borbón, de origen francés, que heredó el trono de España tras la muerte del último rey Habsburgo, Carlos II, se presenta como defensora de la verdadera fe católica, dando muerte al dragón de la herejía. Esta responsabilidad, identificativa de los Habsburgo, es igualmente asumida por los dos primeros Borbones, Felipe V y Luis I, y es llevada a cabo delante del monasterio de El Escorial, que es por encima de todo el panteón real de la monarquía española. Se pretende así legitimar la transición de una dinastía a otra, tanto desde el punto de vista religioso como sucesorio y político.
Se trata, pues, de una obra de propaganda política, que sirve para justificar la idoneidad de la sucesión borbónica en el trono de España. Tiene lógica, además, que la fecha del cuadro se cifre en torno a 1712, cuando la última fase de la Guerra de Sucesión llegaba a su fin y Felipe de Anjou ganaba enteros para su definitiva coronación. El conflicto había enfrentado a los Borbones de España y Francia contra la Gran Alianza formada por Inglaterra, Holanda y Austria, que quisieron proponer un candidato alternativo al trono español para mantener el equilibrio de poder en Europa. El cuadro enfatiza el papel de Felipe de Anjou como defensor de la religión católica frente a la herejía protestante, encarnada aquí por el dragón, pero en última instancia alusiva a las potencias protestantes que lucharon contra España. Que Felipe V dé muerte al dragón en un escenario con semajante carga simbólica significa que ha vencido en la Guerra de Sucesión y está legitimado para gobernar.
La escena superior es una gloria celestial en la que se distinguen tres figuras. La figura de la izquierda es un anciano cardenal acompañado de un libro y un león, atributos iconográficos característicos de San Jerónimo, que es uno de los cuatro padres de la Iglesia Occidental. La figura de la derecha es un hombre tonsurado y vestido como diácono, que sujeta una palma en una mano y una parrilla en la otra. La palma es un objeto que llevan habitualmente los santos mártires y la parrilla es el símbolo particular de San Lorenzo, porque durante las persecuciones del emperador romano Valeriano fue condenado a morir asado sobre unas brasas. La inclusión de estas dos figuras en el cuadro tiene sentido porque El Escorial era un monasterio de la orden de los jerónimos y estaba consagrado a San Lorenzo. En el centro de la gloria celestial aparece, finalmente, una estatua vestida de la Virgen María coronada y rodeada de ángeles.
El mensaje del cuadro puede resumirse de la siguiente forma. La nueva dinastía Borbón, de origen francés, que heredó el trono de España tras la muerte del último rey Habsburgo, Carlos II, se presenta como defensora de la verdadera fe católica, dando muerte al dragón de la herejía. Esta responsabilidad, identificativa de los Habsburgo, es igualmente asumida por los dos primeros Borbones, Felipe V y Luis I, y es llevada a cabo delante del monasterio de El Escorial, que es por encima de todo el panteón real de la monarquía española. Se pretende así legitimar la transición de una dinastía a otra, tanto desde el punto de vista religioso como sucesorio y político.
Se trata, pues, de una obra de propaganda política, que sirve para justificar la idoneidad de la sucesión borbónica en el trono de España. Tiene lógica, además, que la fecha del cuadro se cifre en torno a 1712, cuando la última fase de la Guerra de Sucesión llegaba a su fin y Felipe de Anjou ganaba enteros para su definitiva coronación. El conflicto había enfrentado a los Borbones de España y Francia contra la Gran Alianza formada por Inglaterra, Holanda y Austria, que quisieron proponer un candidato alternativo al trono español para mantener el equilibrio de poder en Europa. El cuadro enfatiza el papel de Felipe de Anjou como defensor de la religión católica frente a la herejía protestante, encarnada aquí por el dragón, pero en última instancia alusiva a las potencias protestantes que lucharon contra España. Que Felipe V dé muerte al dragón en un escenario con semajante carga simbólica significa que ha vencido en la Guerra de Sucesión y está legitimado para gobernar.
¡Me sirvió mucho! Gracias
ResponderEliminarestupendo y claro análisis político. Gracias, muy útil para dar clases en secundaria.
ResponderEliminarLibro ‘El médico del rey muerto’, de José Luis Sújar Romero
ResponderEliminarNuevos vientos corren por una España que, tras la muerte del último Austria, se ha quedado huérfana. Después de que el poder galo se sienta, en forma de llamada a la puerta en la frontera Norte, el Rey enfermo —que no hechizado— va a dejar, en el último momento, sucesión a favor de la causa borbónica: testamento que algunos iban a decir que era falso, pues querían continuar en España, un reino que se encontraba a las puertas de una guerra civil. Sin ser invitada, la suerte va a querer que unos familiares ayuden a la causa de la unidad, aunque sea bajo un régimen absolutista. A través de intrigas, una serie de acciones importantes sucederán. Se van a encontrar inmersos con el poder un rey que no estaba tan loco ni tan triste, pues en los momentos de más luces no le va a importar gobernar para el pueblo, pero sin el pueblo.
Agotado
SKU: LIBRO-151 Categoría: Libros