Para los griegos, los juegos de competición o agones eran una forma de rendir homenaje a sus héroes y dioses, y suponían una especie de manifestación o imitación de las grandes historias de la mitología. Homero narra en el Canto XXIII de la Ilíada que Aquiles organizó numerosas competiciones atléticas, luchas y carreras hípicas para honrar a su amado Patroclo, muerto durante la Guerra de Troya. Y en la isla de Creta, los hombres ejercitaban complicados ejercicios gimnásticos delante de toros bravos, como parte integrante de rituales que servían para rememorar la lucha de Teseo contra el Minotauro.
El componente religioso subrayaba la importancia de los juegos como instrumento de cohesión política y social, que enfatizaba la pertenencia a la cultura helena, considerada superior y diferente del resto del mundo bárbaro. Con ocasión de los juegos, todos los griegos dejaban de lado sus diferencias y compartían un destino común. Por eso constituían un acontecimiento tan relevante que se promulgaban treguas militares, con el fin de asegurar la participación de todas ciudades de la Hélade.
El componente religioso subrayaba la importancia de los juegos como instrumento de cohesión política y social, que enfatizaba la pertenencia a la cultura helena, considerada superior y diferente del resto del mundo bárbaro. Con ocasión de los juegos, todos los griegos dejaban de lado sus diferencias y compartían un destino común. Por eso constituían un acontecimiento tan relevante que se promulgaban treguas militares, con el fin de asegurar la participación de todas ciudades de la Hélade.
Los principales juegos griegos fueron los Olímpicos, que se celebraron en el santuario de Olimpia cada cuatro años, desde el 776 a. C. Según la leyenda fueron fundados por Heracles para glorificar la victoria de Zeus sobre su padre Cronos. En segundo lugar estaban los Juegos Píticos, que se organizaban en el santuario de Delfos también cada cuatro años. Los griegos pensaban que estos juegos habían sido creados por el dios Apolo, como un concurso poético y musical para apaciguar a la serpiente Pitón. Finalmente se hallaban los Juegos Ístmicos, en Corinto, que habían sido promovidos por Teseo para honrar a Poseidón, aunque con el tiempo adquirieron un carácter religioso menos acentuado que en los dos anteriores. La costumbre de celebrar juegos entró en decadencia en el siglo IV d. C. hasta que fueron prohibidos por un edicto del emperador romano Teodosio, en el año 393, que prohibió todas las fiestas paganas.
El desarrollo de estas competiciones comenzaba con una serie de rituales que incluía siempre un gran sacrificio o hecatombe. En el caso de los Juegos Olímpicos se sacrificaban a Zeus nada menos que cien bueyes. A continuación tenían lugar los agones, que se clasificaban en cinco tipos: gimnásticos, hípicos, musicales, varias modalidades de lucha y el penthalon, que era una combinación de lanzamiento de disco, jabalina, salto de longitud, lucha y carrera de velocidad. La prueba estrella era el estadio, una carrera de algo menos de 200 m de distancia que aseguraba la gloria eterna para el vencedor.
Las tres obras que reproducimos aquí muestran diferentes ejemplos de competiciones desarrolladas en los juegos griegos. Son tres cerámicas griegas pintadas con la técnica de figuras negras característica de los talleres de Corinto, que se conservan extraordinariamente bien en el Museo Británico de Londres. La primera es un ánfora ática pintada por Nikokrates hacia el 333 a. C., que fue encontrada en unas excavaciones en Banghazi (Libia). Su función era precisamente la de servir como trofeo al vencedor de una carrera. El tipo de carrera representado es de larga distancia, quizás inspirada en la famosa maratón, porque los tres atletas van erguidos, llevan los brazos pegados al cuerpo y marcan un paso similar al trote.
La segunda cerámica es otra ánfora ática procedente de Agrigento (Sicilia), fechada en torno al 550-540 a. C. Representa dos escenas diferentes. En la panza o cuerpo principal hay dos boxeadores combatiendo según uno de los tres tipos de lucha que practicaban los griegos. La composición es marcadamente simétrica, mostrando a los dos púgiles en guardia, con los brazos y las piernas en la misma posición. El de la izquierda está sangrando por la nariz como resultado de uno de los puñetazos recibidos. En el cuello del ánfora aparecen otros dos luchadores practicando un tipo de combate diferente, más parecido a la lucha grecorromana actual, mientras son vigilados por dos jueces o árbitros situados en los extremos.
La última pieza es una crátera, que era un tipo de recipiente de boca ancha utilizado para mezclar agua y vino durante los banquetes. Es originaria de Rodas, de los años 520-500 a. C. Contiene un grupo de cuatro atletas realizando diferentes ejercicios mientras otro personaje está tocando una flauta. El primer atleta, contando desde la izquierda, lanza una jabalina, el siguiente porta tres jabalinas, justo en el centro hay un lanzador de disco y a continuación otro atleta arrodillado en el suelo parece ajustar una correa a su jabalina. El personaje situado en el extremo de la derecha está tocando una flauta doble para marcar el ritmo de los ejercicios. Por esta razón la escena debe representar más bien una sesión de entrenamiento en el gimnasio y no una competición.
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