La reina Hatshepsut es uno de los personajes más controvertidos del Antiguo Egipto. Hija del gran conquistador Tutmosis I, se convirtió en la Gran Esposa Real de su hermanastro Tutmosis II pero no llegó a concebir un heredero varón, lo que la colocó en una difícil posición. A la muerte de su esposo, las intrigas de palacio pretendieron legitimar como heredero al futuro Tutmosis IIII, hijo del faraón y de una de sus concubinas. Sin embargo Hatshepsut tomó la iniciativa y, con el pretexto de la minoría de edad del heredero, orquestó un hábil golpe de estado que le aupó a una regencia con el beneplácito del clero y de una parte de la élite política.
Para justificar la situación, Hatshepsut se valió de una consulta al oráculo de Amón y además pospuso indefinidamente el matrimonio entre su hija, la princesa real Neferura, y Tutmosis III. Si Tutmosis III no entroncaba con el núcleo familiar de la XVIII dinastía jamás podría legitimar su ascenso al trono, y por eso Hatshepsut hizo todo lo posible por alejarle de la princesa. De esta forma se autoproclamó faraón del Alto y Bajo Egipto, y se intituló hija primogénita del dios Amón, asumiendo entre otros los nombres Hatshepsut Jenemetamón («La primera de las nobles damas unida a Amón»). Más aún, asumió los atributos masculinos de su cargo y se hizo representar con una barba postiza, como si fuera un hombre.
La regencia-reinado de Hatshepsut duró más de veinte años, entre 1479 y 1458 a.C., y fue un período especialmente floreciente en la historia de Egipto, caracterizado por una intensa labor artística y constructiva. Además del Templo de Satet en la Isla Elefantina, y la Capilla Roja del Templo de Karnak, destaca sobre todo su templo funerario en Deir al Bahari, obra del arquitecto real Senenmut. Este templo, semi-excavado en las montañas cercanas a Tebas, es seguramente uno de los más espectaculares y originales de la arquitectura egipcia del Imperio Nuevo.
Recientemente, en el año 2007, ha sido correctamente identificada la momia de Hatshepsut. Ésta había sido descubierta en 1903 en una pequeña tumba del Valle de los Reyes denominada KV60, adonde probablemente se había trasladado desde su sepultura original. La momia fue entonces almacenada en el tercer sótano del Museo Egipcio de El Cairo, y aunque había claras sospechas sobre su identidad, los arqueólogos no se habían pronunciado de manera rotunda. La aparición de un molar en un vaso funerario que llevaba el nombre de la reina, y que se encontró en el templo de Deir el-Bahari, dio la pista definitiva, porque a la momia del Museo de El Cairo le faltaba precisamente un molar. Comprobado que la muela encajaba a la perfección en la mandíbula, posteriores análisis de ADN y varios escáneres confirmaron la hipótesis. Según el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades Egipcias, el doctor Zahi Hawass, el descubrimiento de la momia de Hatshepsut es «el más importante en la egiptología desde 1922, fecha del hallazgo de la tumba del faraón Tutankhamon por el británico Howard Carter».
La imagen que comentamos hoy es un relieve del Templo de Karnak que mostraba a la reina Hatshepsut secundada por los dioses Horus y Thot. Las representaciones de Hatshepsut en Karnak utilizan una elocuente iconografía política que pretende legitimar su posición en el trono, subrayando su linaje real (como heredera de sangre de Tutmosis I) y su condición divina (como hija del dios Amón). En esta escena los dioses están derramando un líquido vital sobre la reina, formado por ankh o llaves de la vida, en lo que constituye un positivo augurio de felicidad para la vida eterna y, también, una forma de propaganda política. El ritual de vivificación al que es sometida Hatshepsut refuerza la noción de teogamia o generación divina, pero a la vez parece indicar que son los dos dioses los que agasajan a la reina. La elección de los mismos tampoco es casual: Horus es el protector de la monarquía y Thot el dios de la escritura que certifica todo lo que acontece.
Pues bien, el retrato de la reina ya no se aprecia en el relieve. A la muerte de Hatshepsut, fue minuciosamente picado por orden de su sucesor, Tutmosis III. Esta acción no fue la única de estas características. Tutmosis suprimió los cultos en el templo funerario de Hatshepsut, mandó derribar todas sus estatuas, borró otros muchos relieves en los que aparecía representada la reina y ordenó desmontar su santuario de la barca en el Templo de Karnak. Todo ello con la finalidad de hacer olvidar la regencia de Hatshepsut. Esta conducta se denomina damnatio memoriae (en latín, «condena de la memoria»), y fue una práctica habitual no sólo en Egipto sino también en la Antigua Roma. Consiste en suprimir el recuerdo de un enemigo del Estado tras su muerte, eliminando todo cuanto recordara al condenado. La desaparición de las imágenes de Hatshepsut demostraba tanto un deseo de hacer borrón y cuenta nueva como la aplicación de un severo castigo contra la reina, por considerarla una usurpadora del poder real.
El resultado de la damnatio memoriae es la destrucción intencionada de monumentos y obras artísticas, y puede estar motivado por razones políticas, pero también ideológicas o religiosas. En el mismo Templo de Karnak subsiste un conjunto escultórico en uno de los patios laterales del templo, que fue mutilado por sacerdotes coptos en los primeros siglos de nuestra era, con la intención de representar una crucifixión. De esta forma se pensaba eliminar el politeísmo del Antiguo Egipto e instaurar en su lugar la verdadera fe cristiana, convirtiendo lo que era un templo pagano en una iglesia. Ambos son ejemplos que atestiguan el deseo de borrar de la memoria sucesos precedentes, al igual que se pretende seguir haciendo en la actualidad. Pero la consecuencia última de todo esto es la pérdida irreparable del patrimonio histórico-artístico.
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