El llamado Bastón de mando del Cardenal Cisneros es una vara o báculo salido de la ebanistería nazarita de mediados del siglo XIV o principios del XV, que supuestamente perteneció al insigne arzobispo de Toledo. Se conserva en Alcalá de Henares, en el convento de monjas franciscanas de San Juan de la Penitencia, vulgo Las Juanas, y constituye un buen ejemplo del gusto por la cultura islámica profesado por la nobleza y la iglesia cristianas al final de la Edad Media.
Su existencia permaneció casi completamente ignorada hasta el año 1926. Fue entonces cuando una exposición de arte religioso sacó a la luz el objeto, al igual que otros muchos que eran prácticamente desconocidos por guardarse en las clausuras de Alcalá. En aquel entonces se describió como un «bastón de granadillo, marfil y hierro, con inscripciones arábigas y primorosas labores». El historiador del arte Manuel Gómez-Moreno visitó aquella exposición y se interesó por el objeto, iniciando sus propias investigaciones. Éstas le llevaron a la conclusión de que Cisneros se trajo el báculo desde Granada en el año 1499, como consecuencia de su acción evangelizadora entre los moros. Elías Tormo secundó esta hipótesis diciendo que el mencionado bastón era en realidad un cetro de los reyes nazaríes.
Sin embargo de lo expuesto, las crónicas históricas hablan de la adquisición de un bastón en un contexto bien diferente. Alvar Gómez de Castro, el biógrafo oficial del Cardenal Ximénez de Cisneros, lo cuenta de esta forma al referirse a la conquista de la plaza norteafricana de Mazalquivir, en otoño de 1505:
«Vinieron algo después a visitar al rey algunos tribunos militares enviados por Diego [Fernández de Córdoba]: Diego de Vera, Gonzalo de Ayora, Pedro López de Orozco, a quien los árabes llamaban El Zagal por su singular destreza en la guerra. Éste llevó a Ximénez, de entre los despojos de los árabes, un bastón de ébano selecto, muy pulido y negro, distintivo que llevaban los caídes, que es como llaman los árabes a sus sacerdotes y ancianos. Y después de usarlo algunos días, como agradecimiento a El Zagal, Ximénez le envió a su Universidad de Alcalá, como testimonio de la victoria y prenda de su amigo, varón óptimo.»
Según este relato, el bastón fue regalado a Cisneros por Don Pedro López de Orozco, El Zagal, que lo había obtenido como botín durante la campaña de Mazalquivir, y después fue llevado a Alcalá de Henares, conservándose en alguno de los edificios de su universidad. Pero entonces ¿cómo llegó el bastón al convento de Las Juanas?
Los historiadores del arte han debatido sobre si fue un solo bastón que se trasladó de la universidad al convento, o por el contrario había dos bastones diferentes, uno procedente de Granada y otro de Mazalquivir. Esta última hipótesis parece confirmarla una cita de don Vicente de la Fuente, que entre 1875 y 1877 recuperó «uno de los bastones del Cardenal Cisneros, que había ido a parar a un anticuario de Madrid», y que lamentablemente no ha llegado a nuestros días.
El caso es que el único bastón que se conserva hoy es el del convento de Las Juanas de Alcalá. Su existencia allí puede deberse a un mandato personal del Cardenal Cisneros, que ordenó la fundación del monasterio en 1508 y en su testamento le otorgó cuantiosas rentas, tierras y objetos preciosos como tapices, alfombras, capelos, ornamentos litúrgicos y otros objetos varios relacionados con su persona, concretamente, una copia del famoso retrato que le hizo Felipe Bigarny, un relicario de madera con forma de cruz pectoral y el citado bastón. Éste se conserva hoy guardado en el interior de una urna de madera con tapa de cristal y en su interior una cartela que lo identifica como «Bastón del Cardenal Cisneros».
El caso es que el único bastón que se conserva hoy es el del convento de Las Juanas de Alcalá. Su existencia allí puede deberse a un mandato personal del Cardenal Cisneros, que ordenó la fundación del monasterio en 1508 y en su testamento le otorgó cuantiosas rentas, tierras y objetos preciosos como tapices, alfombras, capelos, ornamentos litúrgicos y otros objetos varios relacionados con su persona, concretamente, una copia del famoso retrato que le hizo Felipe Bigarny, un relicario de madera con forma de cruz pectoral y el citado bastón. Éste se conserva hoy guardado en el interior de una urna de madera con tapa de cristal y en su interior una cartela que lo identifica como «Bastón del Cardenal Cisneros».
Mide 147 cm pero no es todo de una pieza: está formado por dos cilindros de madera de ébano, que embuten un eje de hierro envuelto en fibra de cáñamo encolada. Estos cilindros quedan sujetos en su base por anillas de latón. La vara totalmente forrada mide 25 mm de diámetro. El largo del bastón queda compartimentado a intervalos de 413, 415 y 295 mm por tres manzanas o nudos esféricos tallados con un entrelazado geométrico, semejante al de las yeserías de la Sala de las Dos Hermanas, en la Alhambra. Dicha decoración se caracteriza por la inclusión de polígonos sueltos entre sus enlaces y es típica en Granada entre 1354 y 1408, fechas que comprenden los reinados de Muhammad V y Muhammad VII.
La superficie de los tramos presenta incrustaciones de hueso que describen casi simétricamente ondulaciones, un efecto bastante raro que alterna las zonas en blanco y en negro. Esta labor de taracea ha perdido materiales en algunos puntos, lo que deja al descubierto la estructura. En el extremo superior se adhiere al primero de los nudos una empuñadura cilíndrica lisa de 245 mm, enmarcada por dos piezas cuadradas de 60 mm de altura y rematada por un botón bulboso de gajos. Los susodichos cuadrados han sido cercenados por una cara; no sabemos con qué amplitud ni qué forma y uso podía tener esa prolongación. Muestran sus superficies labradas con atauriques de hojas picadas similares a los de los nudos (otra vez la inspiración granadina). También aparece repetido el famoso lema de los reyes nazaríes en letra cursiva: «No hay vencedor sino Alá».
El análisis estilístico y el lema real nazarita no generan dudas en torno a la paternidad granadina del bastón. El pormenorizado estudio que le han dedicado sucesivamente Manuel Gómez-Moreno, Leopoldo Torres Balbás y Basilio Pavón Maldonado, corroboran esta hipótesis. Por otra parte, la gran calidad de los atauriques y arabescos hacen pensar que el propietario original pudiera ser en efecto un sacerdote, un juez o un altísimo dignatario de la Corte de Granada que lo utilizaba a modo de cetro o vara. En los siglos XIV y XV, no obstante, el cetro musulmán era de menor longitud, igual que el de las cortes cristianas. Por sus medidas, el de Las Juanas se parece más a un bastón de mando militar.
Por su propia personalidad y por las importantes funciones que ejerció como gobernante, a Cisneros no debieron pasarle inadvertidas todas esas connotaciones simbólicas de poder. Así que es comprensible que el bastón fuera considerado un elemento especialmente valioso entre todos los tesoros obtenidos por el Cardenal durante su cruzada contra los moros, al igual que la lámpara de la Mezquita Real de la Alhambra (hoy en el Museo Arqueológico Nacional), y varias trompetas y añafiles granadinos que fueron colocados en la Capilla del Colegio Mayor de San Ildefonso, de la Universidad de Alcalá.
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