Todavía hoy se discute sobre el número de
continentes, que varía según los especialistas y el país en el que nos
encontremos. Desde una perspectiva bastante etnocentrista, los continentes
pueden contarse como cinco, seis y hasta siete, según se quiera o no subdividir
en dos América y Eurasia. Sin embargo, hasta épocas relativamente recientes no
existía tal discusión porque el número total de continentes conocidos era sólo cuatro:
los tres más antiguos, Europa, Asia y África, más o menos explorados desde la
Antigüedad, y América, donde los europeos comenzaron a asentarse de forma
estable a finales del siglo XV. Por el contrario, gran parte del hemisferio sur
permaneció en los mapas denominada como Terra
Australis Incognita hasta que fue cartografiado por primera vez en el siglo
XVII. La colonización de Australia y Oceanía se iniciaría aún más tarde, a
finales del siglo siguiente, y la Antártida no sería investigada hasta
principios del siglo XIX.
Este es el punto de partida para comprender
el sentido que tenían las alegorías geográficas en el arte renacentista y
barroco. Habitualmente eran utilizadas como una forma de mostrar los confines
por los que se extendía un imperio determinado, y con ese fin de introducían en
ciclos decorativos y pinturas murales de contenido político. Para la mentalidad
de la época, la representación figurada de una monarquía rodeada de los
continentes suponía una forma de expresión del poder. Y si en aquella
representación aparecían Europa, Asia, África y América, era como decir que su
poder se extendía por todo el mundo.
El lenguaje pictórico no utiliza las mismas
herramientas que la cartografía, aunque en ocasiones puede valerse de ellas. En
una pintura no puede representarse un continente con un simple mapa, entre
otras razones porque quizás no concuerde bien con el resto de las figuras y personajes
de la composición. Para solventar esta dificultad los artistas utilizaron
símbolos o alegorías, que la tradición había establecido desde tiempo atrás.
Así, cada continente, incluso cada país, era personificado mediante una matrona
o mujer acompañada de ciertos atributos característicos de su territorio. Estos
atributos podían ser flores, frutos, animales, objetos e incluso personas que
se muestran vestidas de acuerdo con sus costumbres regionales. A finales del
siglo XVI, el italiano Cesare Ripa cifró la manera de pintar estas alegorías en
su famoso Tratado de Iconología, que
ya hemos citado otras veces aquí. Las imágenes que reproducimos a continuación
pertenecen a distintas épocas y autores, pero todas siguen aquellas
directrices.
La primera alegoría corresponde a una serie
de grabados sobre los cuatro continentes, que fue publicada en Inglaterra en
1631, por John Strafford, y hoy se conserva en el Museo Británico de Londres. Representa
a Europa como una mujer engalanada con una rica vestimenta, una corona y un
cetro característicos de la realeza, porque era considerada la primera y
principal de las partes del mundo, según los autores clásicos. A sus pies se ve
una cornucopia o cuerno de la abundancia, en alusión a su fecundidad y riqueza,
y también un globo con las constelaciones del firmamento, que simboliza el desarrollo
científico alcanzado por los europeos. Al fondo a la izquierda destaca una
iglesia porque «en ella radica, en la época presente, la Religión perfecta y
verdadera, que es muy superior a las restantes», según Cesare Ripa. Finalmente,
a la derecha se distingue una pareja de bueyes arando, como ejemplo de sus
labores agrícolas, y más atrás una flota de barcos fondeada frente a la costa,
testimonio del comercio y la navegación. Aunque no se muestren en esta imagen, hay
otros atributos que pueden añadirse a la alegoría de Europa, siguiendo la
descripción de Ripa. Estos son, entre otros, un libro con una lechuza, varios instrumentos
musicales y diversas herramientas relativas a la arquitectura y la pintura, que
ensalzan su superioridad en el campo de las ciencias, la literatura y las artes
frente a otras partes del mundo. También un caballo, un grupo de coronas,
guirnaldas y cetros, así como escudos, trofeos militares y otras clases de armas,
que se refieren a la gran cantidad de príncipes y ejércitos poderosos que se
concentran en el Viejo Continente.
La imagen de Asia está tomada de un cuadro
del napolitano Luca Giordano, realizado hacia 1695 para el Alcázar Real de
Madrid. El original fue dañado en un incendio pero se conserva una copia algo posterior
en la Fundación Banco Santander. Muestra a una mujer enjoyada, tocada con una
bella corona de flores diversas, y revestida con un riquísimo traje bordado de
oro y perlas. La corona de flores, que en ocasiones también incluye frutos
variados, hace referencia al clima benigno de aquel continente, que produce
toda suerte de cosas deliciosas, en particular especias tan importantes como la
canela, la pimienta y el clavo. El traje bordado y las joyas muestran la gran
cantidad de textiles y alhajas que desde la Edad Media se obtenían de Asia a
través de las rutas comerciales. Esta riqueza en el vestido femenino viene
complementada por las túnicas y los turbantes de los hombres situados en el
último plano de la izquierda. Junto a la mujer hay un camello recostado, animal
característico de los países árabes, y un incensario ardiente que hace referencia
a las plantas aromáticas y a las esencias tan abundantes en Asia. La escena se
completa con varios angelotes que portan sedas y elementos vegetales para indicar
la extraordinaria fecundidad de esta tierra.
La alegoría de África pertenece a la edición
original del Tratado de Ripa, publicada en Roma en el año 1593. Es la
personificación de una mujer negra, semidesnuda, con el pelo encrespado y una
cabeza de elefante por cimera. Se adorna con un collar y unos pendientes
fabricados de coral, y sostiene un escorpión en la mano derecha mientras que en
la siniestra porta una cornucopia rebosante de frutos y espigas. A su lado
aparece un león y al otro varias serpientes venenosas. El color negro y el pelo
rizado aluden a la raza de sus habitantes, mientras que el escaso vestido es
propio del calor tórrido que se disfruta en sus latitudes. La testa de elefante
recuerda a este mismo animal, que es muy común en la fauna africana y ha sido
repetidamente utilizado como arma de combate, tal como hizo el cartaginés
Aníbal. Lo mismo sucede con el león, las serpientes y el escorpión, que son
abundantes en este continente. La cornucopia, finalmente, es un símbolo de las
riquezas naturales de África, que desde los tiempos de los romanos fueron
sistemáticamente explotadas. Como ejemplo de ello, baste recordar que Egipto
era conocido como «el granero de Roma».
La última figura representa a América y es un
grabado italiano que fue divulgado a través de la obra de Giulio Ferrario Il costume antico e moderno, editada en
Milán en 1820. A pesar de su fecha aún sigue las pautas establecidas por Cesare
Ripa en el siglo XVI y representa a América como una india desnuda, con los cabellos trenzados (aunque en la versión original suelen estar revueltos), como era habitual entre los pueblos salvajes antes de la llegada de los conquistadores. Lleva ornamentos de plumas
de diversos colores, similares a los que confeccionaban muchas culturas
precolombinas, y va armada con un arco y un una flecha. A sus pies se encuentra
una cabeza humana atravesada por otra flecha, lo que alude a su feroz
resistencia contra la invasión europea pero también a la presunta afición de
sus indígenas por el canibalismo, según se creía entre los europeos del
Renacimiento. A su alrededor aparece un caimán o un lagarto de grandes dimensiones,
además de una tortuga, una llama y otros animales característicos de la fauna
de aquel continente. El paisaje montañoso sobre el cual se destaca el cuerpo de
la mujer está inspirado en una de las ilustraciones de la obra de A. Von Humboldt
Vues des Cordillères et monumenys des
peuples de l'Amérique, Atlas Pittoresque, que supuso uno de los grandes
hitos del desarrollo de la Geografía como ciencia.
De esta forma veían los europeos a los cuatro
continentes conocidos a principios de la Edad Moderna. Desde luego las imágenes
son retratos imaginados, basados en estereotipos y visiones fragmentadas de
cada territorio. Pero recogen muchos de sus elementos característicos y han
servido de soporte a otros símbolos, figuraciones y logotipos posteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario