Acabo de volver de una interesante exposición
en el Västerbottens Museum de Umeå
(Suecia) sobre pintura nórdica de los siglos XIX y XX. De entre las obras que
he visto, me ha impresionado una que representa a un grupo de mujeres de pueblo
camino de la iglesia, realizada por el pintor Carl Wilhelmson en 1899. Pertenece
a las colecciones del Museo Nacional de Estocolmo y ha sido cedida temporalmente
para esta muestra, que pretende recuperar la visión de un nutrido grupo de
artistas viajeros sobre el paisaje rural y las labores agrícolas de
Escandinavia.
El cuadro Pescadoras camino de la iglesia muestra en
primer plano, ocupando tres cuartas partes del espacio, a cuatro mujeres de un
pueblo que se dirigen a misa. Van vestidas de domingo, con sus mejores ropas,
aunque éstas son muy modestas; apenas un vestido cubierto con un mantón sobre
los hombros y un pañuelo en la cabeza. Las mujeres muestran a tres generaciones
de una misma familia, la abuela en el extremo de la derecha, la madre a la
izquierda y entre medias las dos hijas. Detrás se vislumbra una colina pelada, el
pueblo de casas de madera y el pequeño puerto, con las barcas reflejándose en
el agua. En el extremo izquierdo del cuadro se abre una calleja, formada con
tablones, que sirve de conexión entre el primer plano y el fondo.
Me resulta
interesante el tratamiento tan diferenciado de cada zona del cuadro. El artista
apenas ha abocetado el fondo, utilizando colores intensos, rojos, naranjas y
ocres. En cambio, ha retratado a las mujeres con gran detalle, dejando
traslucir una honda profundidad psicológica. Es fácil advertir los estados de
ánimo de cada una de ellas, reflejo sin duda de la actitud que han tomado ante
la dura y trabajosa vida que les ha tocado vivir en ese pueblo pesquero: la
niña pequeña terriblemente triste frente al pobre futuro que le aguarda; su
hermana mayor exhausta, a punto de desfallecer; la madre sufriendo en silencio por
lo poco que puede ofrecerle a sus hijas; y la abuela resignada, con la mirada
perdida y el único consuelo de la religión, a la que se aferra con ambas manos.
El autor, Carl
Wilhelmson (1866-1928), fue
uno de los pintores nórdicos más importantes de principios del siglo XX. Nació
en el seno de una familia de marinos de Fiskebäckskil, un pequeño pueblo
situado en la isla de Skaftö, en la costa occidental de Suecia. Con dieciocho
años se trasladó a Gotemburgo, donde estudió el oficio de grabador hasta 1889. Entre
los años 1890 y 1897 viajó a Leipzig, España y París, donde continuó trabajando
como litógrafo y aprovechó para perfeccionar su estilo pictórico. Sin embargo, nuestro
artista no se sintió especialmente atraído por el Postimpresionismo ni por el
Art Nouveau característicos del momento, así que sus cuadros se mantuvieron
dentro de una estética realista, influida por el academicismo. De regreso a su
patria natal, su obra empezó a ser conocida a raíz de su labor como maestro en
la escuela de arte de Valand, en Gotemburgo. Allí recibió influencias de otros
artistas más innovadores como Gauguin y Seurat, cambiando su estilo alrededor
de 1905, cuando comenzó a realizar lienzos llenos de efectos luminosos más claros
y arriesgados. Desde 1910, Wilhelmson dirigió su propia escuela de arte en
Estocolmo, aunque durante las vacaciones estivales siempre regresaba a su aldea
natal de Fiskebäckskil, la cual pintó en numerosas ocasiones.
La estricta disciplina familiar y una profunda
fe cristiana, heredadas de la infancia, ejercieron una fuerte influencia en la
temática de sus obras. Wilhelmson realizó mayormente paisajes rurales, vistas de
aldeas con sus actividades cotidianas, escenas costumbristas que reflejaban la
dureza de la vida en el campo y grupos de pescadores dedicados a las faenas del
mar. En ocasiones se ha criticado la gravedad de su estilo, sobre todo el de sus
primeras etapas, en las que las composiciones son sobrias, sosegadas, y los
personajes están retratados de forma severa, como sucede en el cuadro que
reproducimos aquí. Técnicamente, su pintura se caracteriza por presentar una
superficie seca, dura y rugosa, que la hace parecer como si el lienzo hubiera
sido secado al sol y la brisa marina de su isla natal. La guía de la exposición
del Västerbottens Museum explica que se trata de un ardid utilizado por Wilhelmson
para enfatizar la conexión entre su arte y su propia experiencia vital en el
pueblo pesquero de Fiskebäckskil. Lo que está claro es que escenas como la de
estas pescadoras nos transportan a tiempos no muy lejanos en los que la vida
era sin duda mucho más difícil que ahora.
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