Una de las innovaciones más interesantes que aportaron los impresionistas fue la exploración de puntos de vista inusuales en la representación del paisaje. En la pintura clásica la composición solía organizarse a la altura del ojo del espectador, o bien desde una perspectiva ligeramente elevada que favorecía una visión más amplia del lugar. El motivo principal se situaba en el centro y el resto de los elementos era colocado de forma más o menos simétrica, bien visibles dentro de los límites del cuadro. Pero desde mediados del siglo XIX los artistas buscaron visiones originales y en cierto modo rompedoras, tomadas desde encuadres diferentes, sin importar que algunos objetos se salieran del marco o fueran incluso cortados por la mitad.
Este tipo de encuadres estuvo fuertemente influido por la fotografía que, desde su extraordinario desarrollo a partir de la década de 1820, proporcionó nuevos modelos con los que construir la imagen; una imagen, por otra parte, que ya no es exclusivamente artística y adquiere también valor documental. Los impresionistas adoptaron con gusto esas ideas y analizaron las relaciones espaciales de los elementos figurados en sus paisajes. Un buen ejemplo de ello es esta Vista sobre el Boulevard, también titulada Boulevard visto desde arriba, realizada por Gustave Caillebotte hacia 1880 y hoy perteneciente a una colección particular.
El cuadro muestra un pequeño fragmento de una calle de París con una vista en picado tomada desde el balcón de un edificio. El encuadre es absolutamente fotográfico y el tratamiento abocetado de las figuras hace la escena casi irreconocible. Los hombres, vestidos de negro, parecen insectos que pululan por el suelo, mientras que el resto de los elementos apenas se distinguen por su grado de abstracción. El banco a la izquierda es apenas un par de líneas grises, enfatizadas por la potente diagonal del bordillo que discurre paralelo; el árbol con su alcorque circular contrapesa adecuadamente la composición a la derecha; finalmente, el carruaje y el caballo de la esquina superior derecha apenas se distinguen ocultos bajo las ramas. El resultado podría reducirse a simples formas geométricas: rectángulos, círculos, líneas diagonales. Aunque también tiene un importante valor documental: es una escena cotidiana de la vida en la gran ciudad. Por estas razones, y por su audaz composición, la pintura es de una enorme modernidad.
Las ramas y las hojas verdes que se desparraman por toda la escena constituyen otro argumento a favor del carácter rompedor de la imagen. Porque tapar el centro de la composición no era algo lógico para los defensores de la pintura tradicional en aquel entonces; era algo absurdo e irreverente y por eso los impresionistas recibieron críticas tan feroces. Pero si lo pensamos bien, ¿cuál es el centro de la composición, o el tema principal del cuadro? Es un retazo de realidad urbana, sin más. La original vista de Caillebotte nos invita a recorrer el espacio sin un orden preestablecido, llevando la mirada de un sitio a otro, metiéndonos entre las ramas hasta caer aplastados contra el suelo.
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