Las Prisiones imaginarias (Carceri d'invenzione en el original italiano) son un conjunto de catorce grabados realizados por el veneciano Giovanni Battista Piranesi hacia 1745. Fueron publicadas a partir de 1749 en Roma, gracias a la intervención del impresor Giovanni Bouchard, aunque sin mencionarse el autor, debido al carácter fantástico y atrevido de las composiciones, que se alejaba del racionalismo científico dominante en el Siglo de las Luces. Los grabados, no obstante, acabaron adquiriendo gran popularidad y fueron reimpresos en 1761 por el propio Piranesi, en su taller del Palazzo Tomati, cerca de la Piazza di Spagna; en esta ocasión el artista sí figuró como autor en la portada y además añadió dos nuevas estampas a la serie.
Piranesi es una de las personalidades creativas más asombrosas de toda la Historia del Arte occidental, al igual que otros genios inclasificables como Leonardo da Vinci, Arcimboldo o William Blake. Después de una frustrada carrera como arquitecto, en la que sólo consiguió ver construido un edificio propio, se convirtió en arqueólogo, diseñador gráfico y visionario. Afincado en la Ciudad Eterna, se sirvió del grabado como instrumento para difundir sus ideas y ofrecer a los viajeros cultos una imagen sublime de las ruinas romanas. Ciertamente, la difusión de las vistas de Piranesi ejerció como reclamo turístico para visitar la ciudad, y también como souvenir para los que habían estado allí. Trabajador incansable, Piranesi superó en la técnica del aguafuerte a su maestro Giuseppe Vasi, dando a sus paisajes urbanos un carácter menos topográfico y más fotográfico, con visiones que se aproximan a lo que hoy conocemos como gran angular. Como consecuencia de ello, sus representaciones son muy espectaculares, muestran un punto de vista idealizado, y alteran conscientemente la escala de los monumentos romanos, con el fin de hacerlos parecer más impresionantes.
Piranesi es una de las personalidades creativas más asombrosas de toda la Historia del Arte occidental, al igual que otros genios inclasificables como Leonardo da Vinci, Arcimboldo o William Blake. Después de una frustrada carrera como arquitecto, en la que sólo consiguió ver construido un edificio propio, se convirtió en arqueólogo, diseñador gráfico y visionario. Afincado en la Ciudad Eterna, se sirvió del grabado como instrumento para difundir sus ideas y ofrecer a los viajeros cultos una imagen sublime de las ruinas romanas. Ciertamente, la difusión de las vistas de Piranesi ejerció como reclamo turístico para visitar la ciudad, y también como souvenir para los que habían estado allí. Trabajador incansable, Piranesi superó en la técnica del aguafuerte a su maestro Giuseppe Vasi, dando a sus paisajes urbanos un carácter menos topográfico y más fotográfico, con visiones que se aproximan a lo que hoy conocemos como gran angular. Como consecuencia de ello, sus representaciones son muy espectaculares, muestran un punto de vista idealizado, y alteran conscientemente la escala de los monumentos romanos, con el fin de hacerlos parecer más impresionantes.
El tema representado en las Carceri d’invenzione es un extravagante capricho
producido por la asombrosa inventiva de Piranesi, y se enmarca en el género de
las utopías artísticas. El lenguaje arquitectónico es extraordinariamente
complejo y mezcla de forma ecléctica elementos diversos, tomados tanto de la
Antigüedad Clásica como del Renacimiento. Hay también inscripciones, bajorrelieves
y esculturas de origen presuntamente romano. Con todo ello el artista transformó
el escenario subterráneo de unas mazmorras y lo amplió hasta límites inauditos,
abriendo espacios ficticios, pisos superpuestos coronados por bóvedas, galerías
y arcadas infinitas, escalinatas que no llevan a ninguna parte y perspectivas
imposibles. El resultado es una serie de estructuras inmensas, de carácter ambiguo
y conscientemente desorientadoras.
Los contrastes lumínicos producidos por la técnica
del grabado dan lugar a violentos efectos de luces y sombras, que confieren a cada
composición un aspecto siniestro. Este aspecto es enfatizado por el motivo recurrente
de la ruina, así como por la inclusión de cadenas, poleas, espadas, argollas, instrumentos
de tortura y otros objetos macabros.¿Son estas oscuras mazmorras una metáfora
del vacío existencial del hombre, aterrorizado por la falta de libertad? ¿O una
cárcel infinita de cuya pesadilla es imposible escapar?
Este tipo de sugestiones llamaron la atención
sobremanera entre los artistas y los escritores románticos, que se sintieron completamente
subyugados por las imágenes de Piranesi. Desde luego, las Prisiones imaginarias constituyeron una alternativa diferente y
personal al rígido arte neoclásico, y propusieron ideas muy innovadoras en el
campo del dibujo. Pocos años después, Goya grabaría sus Caprichos sobrevalorando la importancia del sueño, el absurdo y la
fantasía por encima de la razón, al igual que hizo un siglo después el Surrealismo.
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