Iniciamos hoy una nueva sección dedicada al
mundo del cine, como expresión artística que acumula ya más de cien años de
vida y es parte integrante del universo cultural en que se desenvuelven las
sociedades contemporáneas. En esta ocasión vamos a fijarnos en un cartel de
película. Los carteles publicitarios son una parte esencial en la producción cinematográfica,
y suelen estar realizados por un amplio equipo de diseñadores gráficos. Este
tipo de imágenes son muy sugestivas por su capacidad para sintetizar
visualmente los principales contenidos y valores de cada película. Además,
suelen ser varios los carteles que se diseñan para su promoción, con
variaciones importantes en algunos casos, y con la necesidad de adaptarse a la
censura en otros, todo lo cual genera una interesantísima riqueza iconográfica
que merece la pena ser analizada.
Reproducimos aquí el cartel de la película
española Surcos (1951), dirigida por José
Antonio Nieves Conde a partir de un guión del escritor Gonzalo Torrente
Ballester. El filme, considerado por la crítica como una obra maestra del cine
español, es un despiadado ejercicio neorrealista sobre las penalidades de una
familia de campesinos que emigra a Madrid en la década de 1940. Su esperanza de
prosperidad se ve rápidamente truncada por la crueldad, la miseria, los vicios
y el desengaño de la gran ciudad. Esta trama aparece perfectamente condensada
en el cartel de la película, en el que la arquitectura de la ciudad, en el horizonte, se transmuta en
la figura monstruosa de un burgués trajeado. Este gigante alarga su mano hacia el grupo
de campesinos que se aproxima ingenuo, desde el primer plano. Su mano es tanto una garra dispuesta a atrapar a los campesinos como una
máquina que hiere la tierra trazando esos surcos con mecánica geometría. La iconografía es directa y contundente,
en la mejor línea del cartelismo de la II República y la Guerra Civil, y su
significado es fácil de interpretar. Por si acaso quedaran dudas, un texto de Eugenio Montes, insertado en el prólogo de
la película lo explicita de la siguiente forma:
“Hasta las últimas aldeas llegan las sugestiones de la ciudad, convidando a los labradores a desertar del terruño, con promesas de fáciles riquezas. Recibiendo de la urbe tentaciones, sin preparación para resistirlas y conducirlas, estos campesinos que han perdido el campo y no han ganado la muy difícil civilización, son árboles sin raíces, astillas de suburbio que la vida destroza y corrompe. Esto constituye el más doloroso problema de nuestro tiempo. Esto no es símbolo, pero sí un caso, por desgracia, demasiado frecuente en la vida actual”.
Antes de la distribución de esta película, el cine español de la Posguerra había estado dominado por epopeyas bélicas de tintes épicos, realizados como forma de propaganda del régimen de Franco, por los dramas moralistas impuestos por el Nacional Catolicismo, o por musicales folclóricos bastante más inocuos. Por el contrario, Surcos se rodó como un áspero retrato de la sociedad de la Posguerra, que no gustó en absoluto a la Iglesia y que tuvo problemas con la censura oficial, la cual obligó a modificar el final de la película para hacerlo menos trágico. El cartel, por sí mismo una obra excepcional del arte pop, anticipa todas estas connotaciones sin necesidad siquiera de ver la película, de ahí su efectividad.
MÁS INFORMACIÓN:
http://www.filmaffinity.com/es/reviews/1/323900.html
Me encanta esta nueva sección. Estudié historia del arte y aún recuerdo que en historia del cine comentamos esta peli que tanto me impacto. Gracias por tu trabajo.
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