jueves, 31 de marzo de 2016

EL ÁNGEL DE LA GUARDA

En un sugestivo libro titulado El arte religioso de la Contrarreforma, el historiador francés Emile Mâle explicó cómo a partir del siglo XVI se desarrolló una singular devoción a los ángeles, a los que se les empezó a dedicar capillas y altares. Entre todos ellos, hubo uno cuya devoción creció rápidamente: el Ángel de la Guarda o Ángel Custodio. Parece que el culto a este ángel se inició en Francia, por iniciativa del obispo François d’Estaing, quien le construyó una capilla en la iglesia de Rodez, le compuso un oficio religioso específico y consiguió que el Papa León X aprobara su festividad, a la que acudían multitud de peregrinos. La veneración al Ángel de la Guarda se propagó de manera intensa entre los católicos, en el contexto de las Guerras de Religión contra los protestantes, lo que dio lugar a cofradías, sermones, libros de oraciones y representaciones artísticas de todo tipo. Mâle justificaba semejante fervor de la siguiente forma:

«Esos libros nos cuentan que un ángel nos acoge al nacer y nos ama desde nuestra infancia; camina a nuestro lado, vela por nosotros y cien veces, sin que lo sepamos, aparta de nosotros la muerte. Cuando éramos niños, tranquilizaba a nuestras madres, que sin él hubiesen vivido en inquietud perpetua. Ofrece a dios nuestras oraciones, esas pobres oraciones que, abandonadas a sí mismas, caerían, como dice Bossuet, por su propio peso. Nos defiende contra las tentaciones y no nos deja jamás que nos abatamos por nuestros fracasos […] Los encuentros decisivos de nuestra vida, los de un hombre, de un libro, de un gran pensamiento, son ángeles de Dios. El ángel de la guarda no abandona al cristiano después de su muerte; permanece cerca de él en el Purgatorio para consolarle, esperando la hora en la que podrá llevar su alma purificada al cielo; vela también por sus cenizas y las junta piadosamente en espera del gran día de la resurrección.»

Tales ideas inspiraron candorosas obras de arte que, inicialmente, se sirvieron de modelos anteriores como el del arcángel Rafael acompañando al joven Tobías a Ragués, según está descrito en el Antiguo Testamento. Las representaciones de Rafael como protector de los viajeros fueron relativamente frecuentes en el siglo XV, así que es lógico que la iconografía del Ángel de la Guarda repitiera algunos de esos elementos. En general, podemos señalar una serie de rasgos habituales: el ángel suele figurarse como un efebo rubio y alado, que lleva cogido de la mano a un niño pequeño; ese gesto, unido a la candidez del niño, enfatiza la idea de que el ángel le acompaña, le educa y le conduce moral y espiritualmente a lo largo de toda la vida.
Una variante iconográfica, surgida precisamente en el contexto de la Contrarreforma Católica, muestra al ángel en actitud de proteger al infante del peligro o del mal, personificado como un demonio. Así aparece en la imagen que reproducimos aquí, realizada por Domenichino. Fechada en 1615, fue originalmente concebida para una iglesia de Palermo pero hoy se conserva en el Museo de Capodimonte de Nápoles. El custodio coloca un gran escudo entre el niño, entregado a la oración, y un demonio que le acecha desde el suelo. Su salvación es corroborada mediante la presencia de la Trinidad, representada en el cielo, a la que señala el ángel con el dedo y dirige la mirada el niño. El resultado es bastante relamido pero se explica bien dentro del misticismo religioso de la época. Además, supone un claro alegato a favor de los principios doctrinales contrarreformistas, porque igual que el Ángel de la Guardia nos protege del demonio, la verdadera fe católica se defiende de los ataques de la herejía.

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.