La catedral de Sigüenza conserva dos
espléndidas series de tapices flamencos, de ocho ejemplares cada una, datados
en la década de 1660. La primera representa la historia de Rómulo y Remo,
mientras que la segunda tiene como tema central la consecución de la Paz
mediante la intervención de la diosa Palas Atenea. Un excelente estudio de la
profesora M. García Calvo sirvió para darlos a conocer e interpretarlos
adecuadamente, y una reciente restauración ha puesto en valor la serie de Palas
Atenea, que hoy puede admirarse en una de las salas del claustro de la catedral
seguntina, con motivo de una magna exposición titulada Atempora.
Publicamos aquí dos tapices de esta última
serie, realizados en 1664 en el taller de Jean Le Clerc, en Bruselas, a
expensas del obispo Andrés Bravo de Salamanca. Los tapices eran piezas habituales
en las casas nobles y en las grandes iglesias, desde la Edad Media hasta el
Barroco pleno. Cumplían una función decorativa y de protección contra el frío,
pero además constituían una elocuente expresión de poder no sólo por los
motivos alegóricos que mostraban, sino porque se trataba de objetos extremadamente
caros que había que importar del extranjero. Según García Calvo, estos tapices de
la catedral de Sigüenza tienen una iconografía de naturaleza política, porque
pretenden enseñar al dirigente la necesidad de acabar con la guerra, la
celebración de la paz y el buen gobierno de la sociedad.
La primera imagen lleva una cartela en el encabezado
que dice PRAEMIVM ARMORUM («La
recompensa de las armas»). Representa en el centro, sedente, a Palas Atenea vestida
como una matrona romana y tocada con un yelmo. Atenea es la diosa de la
sabiduría, protectora de las ciencias y defensora de la guerra justa, lo que
justifica su papel protagonista no sólo en esta escena sino en toda la serie. Por
encima de ella sobrevuelan dos figuras alegóricas aladas, que pueden
reconocerse por sus atributos, según el Tratado
de Iconología de Ripa. La primera es la Fama, que toca unas trompetas para
anunciar el fin de la guerra, y la segunda es la Victoria, que porta en sus
manos una palma y una corona de laurel.
Atenea está recompensando de forma diferente a
dos personajes masculinos situados a ambos lados. Al de la izquierda, que
aparece rodeado por un grupo de soldados de aspecto amenazante, le otorga una esfera
de vidrio, símbolo de la fragilidad de lo logrado mediante la guerra. Al de la
derecha, que se inclina en actitud respetuosa, le entrega una corona de oro. El
auténtico vencedor, por tanto, es el segundo personaje: suya es la corona de
oro y a él también se dirige la corona de laurel que lleva la figura de la
Victoria; además, es cariñosamente abrazado por otra mujer vestida de blanco,
que es una alegoría de la Paz. El mensaje, en resumen, es el siguiente: la
gloria obtenida mediante la victoria en la guerra es voluble y frágil si se
mantiene una actitud beligerante; la gestión de una paz duradera es la mayor
virtud a la que debe aspirar el buen gobernante.
El segundo tapiz que reproducimos aquí se
titula GLORIA MVSARVM PACE EXCITATARVM («La
gloria de las Musas estimuladas por la Paz») y hace referencia a las Musas,
hijas de Júpiter y Mnemosina, que influían positivamente en la inspiración artística
y las actividades intelectuales. A diferencia del resto de los tapices de la
serie, esta escena no está inspirada en la Iconología
de Cesare Ripa sino en las Metamorfosis
de Ovidio. Según este texto, las nueve Musas estaban adormecidas en torno al
dios Apolo hasta que la Paz llegó para despertarlas bajo la atenta mirada de
Palas Atenea.
En efecto, por la derecha de la imagen aparece
Palas Atenea, ataviada con un yelmo, una lanza y un escudo con la Gorgona, junto
a la Paz, vestida de blanco y con una rama de olivo en la mano. La Paz
despierta en primer lugar a Talía, la musa de la comedia, a la que se
identifica por las máscaras de teatro depositadas a sus pies. Se encuentra a
continuación Euterpe, que es la musa de la música, como prueba la flauta sobre
la que se apoya dormida. En el extremo izquierdo, de espaldas, está la musa de
la historia, Clío, que se acompaña de una trompeta y señala con un dedo la escena
central, mientras con el otro indica un libro en el que habrá de registrarse lo
que está sucediendo. Detrás suyo todavía descansa Terpsícore, musa de la danza,
quien sostiene en silencio una lira. Arriba se distingue a Erato, musa de la poesía
lírica, que toca un laúd, y a Calíope, musa de la poesía épica, a cuyos pies se
encuentra una corona incrustada de joyas. Sigue después Apolo, dios protector de
la música y las artes, identificado como un joven apuesto semidesnudo, que tañe
una lira. Alrededor suyo pueden reconocerse a otras tres divinidades: Urania,
musa de la astronomía, que lleva una esfera en la mano; Melpómene, musa de la tragedia,
representada con el rostro triste; y Polimnia, musa de la lírica sagrada, que
está recostada sobre un árbol en actitud meditabunda.
El significado de esta escena es que las artes sólo pueden florecer y desarrollarse
en tiempos de paz, y que deben ser adecuadamente protegidas y promovidas por
los gobernantes. Este mensaje está muy relacionado con el de otro tapiz de la
serie, que representa cómo los ritos religiosos son también restaurados por
medio de la paz. En general, el programa iconográfico de todo el conjunto enfatiza
la idea de que el descanso de las armas y el gobierno justo propician la
concordia, la abundancia, el progreso de las artes y las ciencias, y la
prosperidad de toda la sociedad. Algo muy necesario no sólo en la época en que
se confeccionaron estos maravillosos paños, sino también en los tiempos
actuales.
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