La Abadía de Westminster es uno de los
edificios más emblemáticos de Inglaterra por su importancia religiosa, por sus
dimensiones artísticas y por su papel protagonista en el devenir de la historia
y la cultura británicas. Su aspecto actual se debe mayoritariamente a la
reforma y ampliación patrocinadas por Enrique III a partir de 1245, con la
intención de honrar la memoria de su antecesor, el rey santo Eduardo el
Confesor, quien fundó la primera abadía en 1045. El nuevo templo no sólo pretendía
ser un magnífico santuario para acoger la tumba de San Eduardo, que visitaban
anualmente miles de peregrinos, sino también un espacio áulico apropiado para
las ceremonias de coronación y para enterrar a los sucesivos monarcas ingleses,
desempeñando la función de panteón real.
El centro neurálgico del proyecto fue la zona
del altar mayor, detrás del cual se encontraba el mausoleo de Eduardo el
Confesor. El pavimento y otras partes de esta área fueron ornamentados por
medio de intrincadas decoraciones geométricas, realizadas con piedras semipreciosas
y ricos mármoles, a la manera italiana. Este tipo de decoraciones fueron
desarrolladas durante buena parte de la Edad Media en iglesias de Roma y de su
entorno, por un grupo de maestros italianos especializados, entre los que
destacaron los miembros de la familia Cosmati. El monje inglés Richard de Ware
viajó a la corte papal en 1258 para obtener confirmación oficial de su
nombramiento como Abad de Westminster, y quedó impresionado por la obra de los Cosmati
en la Catedral de Anagni. Así que se propuso convencer a un talentoso artista
de nombre Odoricus para que fuera a Westminster a realizar un pavimento al
estilo cosmati. La feliz conexión
entre el mecenas y el artista dio su fruto y el nuevo suelo del altar mayor
quedó completado en 1268. Hoy es el ejemplo más sobresaliente que existe fuera
de Italia de esta peculiar técnica artística, heredera de la tradición
musivaria grecorromana.
El Gran Pavimento de la Abadía de Westminster es
un cuadrado de 7,58 m de lado. Está realizado con más de 50.000 teselas de diversas
variedades de piedra (pórfido púrpura proveniente de Egipto, pórfido verde de
Grecia, cristales y mármoles diversos, giallo
antico, serpentina, caliza, piedra de Purbeck, etc.) recortadas en rectángulos,
triángulos, círculos y otras figuras geométricas. Formalmente, la composición
gira en torno a un gran círculo central de ónix de unos dos pies de diámetro,
rodeado por otros cuatro círculos entrelazados. Esta figura central está
inscrita en un cuadrado dispuesto transversalmente, a la manera de un rombo, y
el conjunto queda a su vez enmarcado por otro cuadrado con círculos en las
enjutas. Por último, toda la composición es rodeada por una cenefa de círculos
y rectángulos trazados con diferentes motivos y colores.
En su origen, el pavimento conservaba una
enigmática inscripción en latín que daba algunas pistas sobre la posible simbología
de la obra. Por fortuna, el monje John Flete copió esa inscripción en el siglo
XV, antes de que se perdiera. El texto sugiere que el complicado diseño geométrico
es en realidad una imagen alegórica de las esferas del cosmos y que los colores
hacen referencia a los cuatro elementos, fuego, agua, aire y tierra. Además, propone
una hipotética fecha para el fin del mundo a través de una inextricable fórmula
matemática, basada en la edad media de vida de varias especies de animales, que
en total suman 19.683 años. Hasta que eso ocurra, podemos seguir admirando una
obra singular, que ha sido convenientemente restaurada en 2011, y que constituye
un buen reflejo del pensamiento medieval, en el que el orden divino de las
cosas se manifiesta a través de la belleza y el arte.
http://www.westminster-abbey.org/our-history/art/cosmati-pavement
https://www.periodliving.co.uk/discover/restoring-the-cosmati-pavement-at-westminster-abbey/
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