Esta estatua de bronce de tamaño natural
representa una muchacha negra encadenada, lista para ser transportada al mercado
de esclavos de América. Fue originalmente realizada en yeso por el escultor
John Bell para la Royal Academy de Londres, en 1853. Su primer título, Una hija de Eva, fue modificado en 1862 para
la Exposición Internacional de Londres, donde fue presentada como respuesta a
la Guerra de Secesión norteamericana, que dirimía precisamente la cuestión de
la esclavitud. Posteriormente la estatua fue adquirida por el Primer Barón de
Armstrong, Lord William George Armstrong, que la colocó en su mansión de
Cragside en Northumberland, al norte de Inglaterra. Desde entonces ha estado
siempre en el mismo lugar: en una hornacina de la escalera principal, que
conecta el vestíbulo de entrada y el primer piso de la casa.
La muchacha es mostrada con el torso desnudo,
apenas cubierta por un trapo, con los brazos caídos y atados con unas cadenas.
La rodilla ligeramente levantada y el leve balanceo de la cadera provocan un
grácil contraposto, que acentúa la sensual hermosura del cuerpo femenino. La
extraordinaria finura de las piernas y los brazos, el modelado liso y la
pretensión de retratar el ideal de belleza dentro de los cánones académicos
hacen de esta escultura una obra de concepción marcadamente clásica. Sin
embargo, el cabello ensortijado, el trapo de tela gruesa, y los apliques de otros metales introducidos para figurar las cadenas y los pendientes, modifican
el acabado para hacerlo más cercano a la cruda realidad. Además, el rostro
apenado y profundamente resignado de la muchacha hacen pensar en un tema más
alejado de los ideales clásicos. La
esclava americana es, en realidad, muy parecida al dibujo satírico La esclava virginiana de John Tenniel,
que fue publicado en la revista crítica
Punch en junio de 1857. En ambos casos estamos ante un fuerte alegato contra la
esclavitud.
El estado de opinión favorable a los derechos
civiles de los negros había aumentado en todo el mundo occidental desde
principios del siglo XIX, cuando se dictaron las primeras disposiciones legales
que limitaban la importación de esclavos de África. A partir de entonces proliferaron
sociedades (muchas de ellas religiosas puritanas y cuáqueras) en contra de la
esclavitud, que propusieron todo tipo de soluciones para atajar el problema,
entre otras la devolución de los negros a África. En este proceso de
concienciación ejercieron una poderosa influencia las publicaciones de Mark
Twain y novelas muy populares, como La
cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher-Stowe. La Proclama de Emancipación
del Presidente Lincoln fue además una de las principales causas de la Guerra de
Secesión, así que la esclavitud era una cuestión de enorme importancia en la
sociedad, no sólo en Estados Unidos sino también en otros países como
Inglaterra.
Entre los más firmes abolicionistas británicos
se encontraba precisamente el propietario de Cragside. Lord Armstrong
(1810-1900) fue un importante industrial y científico de Newcastle-upon-Tyne
que alcanzó gran notoriedad en la segunda mitad del siglo XIX por sus inventos
en el campo de la mecánica, la artillería y la construcción naval. Su compañía se
hizo cargo de los acumuladores y motores hidráulicos que ponían en
funcionamiento los levadizos del famoso Tower Bridge de Londres. La mansión de
Cragside, que edificó, junto con el arquitecto Richard Norman Shaw, fue la
primera casa en el mundo iluminada por hidroelectricidad. Pero además de todo
esto, Lord Armstrong fue un gran filántropo que fundó la universidad de
Newcastle, en 1871, además de otras instituciones científicas y tecnológicas.
La colocación de esta estatua de la joven
esclava en la escalera de su casa debe ser entendida entonces como un
permanente recordatorio, que quiso hacerse a sí mismo, sobre la necesidad de
luchar en todo momento por una sociedad más justa e igualitaria. En cuanto a la
escultura por sí misma, plantea una interesante reflexión ética no solo acerca
de la esclavitud sino también acerca de los propósitos del arte en el mundo
contemporáneo. El propio escultor, John Bell, también estaba a favor del abolicionismo.
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