viernes, 27 de marzo de 2020

LA PESTE NEGRA EN TOURNAI

En Madrid nos encontramos ahora mismo confinados por culpa de la propagación de un tipo de coronavirus que está asolando prácticamente todo el mundo. En estos momentos de miedo e incertidumbre, en los que parece claro que los gobiernos no han planificado adecuadamente la respuesta sanitaria a esta situación, absolutamente terrible, me parece necesario recordar cómo la civilización humana ha sido capaz de superar otras epidemias a lo largo de la historia. De ello han dado testimonio numerosas obras de arte que, más allá de su dimensión estética, se nos presentan hoy como un documento histórico de gran valor. 
La peste fue, sin ninguna duda, una de las peores enfermedades a las que han tenido que enfrentarse las sociedades de Asia, Europa y África desde la Antigüedad hasta bien entrada la Edad Moderna. El historiador griego Tucídides daba cuenta de ella en su Guerra del Peloponeso, describiendo con gran detalle sus principales síntomas: 

«Se iniciaba con una intensa sensación de calor en la cabeza y con un enrojecimiento e inflamación en los ojos; por dentro, la faringe y la lengua quedaban en seguida inyectadas, y la respiración se volvía irregular y despedía un aliento fétido. Después de estos síntomas, sobrevenían estornudos y ronquera, y en poco tiempo el mal bajaba al pecho acompañado de una tos violenta; y cuando se fijaba en el estómago, lo revolvía y venían vómitos con todas las secreciones de bilis que han sido detalladas por los médicos, y venían con un malestar terrible. A la mayor parte de los enfermos les vinieron también arcadas sin vómito que les provocaban violentos espasmos, en unos casos luego que remitían los síntomas precedentes y, en otros, mucho después. Por fuera el cuerpo no resultaba excesivamente caliente al tacto, ni tampoco estaba amarillento, sino rojizo, cárdeno y con un exantema de pequeñas ampollas y de úlceras; pero por dentro quemaba de tal modo que los enfermos no podían soportar el tacto de vestidos y lienzos muy ligeros ni estar de otra manera que desnudos, y se habrían lanzado al agua fría con el mayor placer. Y esto fue lo que en realidad hicieron, arrojándose a los pozos, muchos de los enfermos que estaban sin vigilancia, presos de una sed insaciable; pero beber más o menos daba lo mismo.»

La pandemia más mortífera de peste fue la llamada Muerte Negra de 1348. Procedente de China, igual que el COVID-19, por cierto, se extendió hasta Oriente Medio y la Península de Crimea, pasando después a Grecia e Italia, transportada por las pulgas de las ratas que viajaban en los barcos de los comerciantes venecianos y genoveses. A continuación, se diseminó por toda Europa y hasta su extinción, en 1361, provocó la desaparición de casi la mitad de su población. Resulta difícil de explicar cómo se extendió tan rápidamente en una sociedad predominante rural y con baja densidad de población, como la de aquel entonces. La brevedad del intervalo entre la infección y la muerte, y la elevada mortalidad, apuntan hacia un tipo muy virulento de enfermedad. La epidemia cruzó las fronteras con suma facilidad, no sólo entre países sino también entre animales y seres humanos, que se contagiaban y morían prácticamente a la vez. 
El principal inconveniente con que se enfrentaron los hombres y mujeres de la época es que no existía cura conocida. Lo único que pudieron hacer es aislarse todo lo posible de la infección y sacar los cadáveres de las ciudades para enterrarlos con cal, la mayoría en fosas comunes bien alejadas. Una narración contemporánea de William Dene, de Rochester, explicaba que «esta enfermedad devoraba a tal cantidad de gente de uno y otro sexo, que era casi imposible encontrar a alguien que trasladara los cadáveres al cementerio; hombres y mujeres llevaban los cuerpos inertes de sus pequeños a la iglesia […] y los arrojaban allí en tumbas comunitarias, de las que surgía un hedor que impedía pasar por el camposanto».


La imagen que reproducimos hoy es una de las representaciones más tempranas de la Peste Negra, por haberse dibujado en el punto álgido de la epidemia. Se trata de una miniatura medieval fechada en 1349, que forma parte de las Crónicas de Gilles Li Muisis, abad del monasterio de San Martín de los Justos. La abigarrada imagen de este manuscrito, que hoy se conserva en la Bibliothèque Royale de Belgique, no muestra el desarrollo de la enfermedad o sus síntomas, sino la sensación de caos social producido por la elevada mortandad en la ciudad belga de Tournai. Así, las consecuencias devastadoras de la peste se expresan mediante la actividad frenética de un grupo de personas que acarrean ataúdes por la izquierda, mientras otros cavan sepulturas en el suelo y un último par de personajes, a la derecha, entierran apresuradamente un féretro. La tristeza de algunos rostros se mezcla con la resignación y la falta de expresividad de otros, que asumen la fatalidad de su destino.
Los moralistas y eclesiásticos de la época hicieron creer que la peste era un castigo de Dios por los pecados cometidos por la humanidad. Como consecuencia de ello, desarrollaron una espiritualidad exacerbada, censuraron los excesos morales e impulsaron acciones de penitencia. El movimiento flagelante adquirió una gran popularidad, a pesar de la oposición del Papado: los hombres, con los torsos desnudos, se fustigaban con látigos para expiar sus culpas, lo que en realidad facilitaba el contagio. Pero la muerte le llegaba tanto al virtuoso como al pecador y ningún remedio, por místico que pareciese, funcionaba contra la enfermedad. Otros buscaron una explicación más terrenal y acusaron a determinados sectores de la sociedad de envenenar los pozos y conspirar para transmitir la peste. Los marginados, los pobres, los proscritos y los judíos se convirtieron en blanco de discriminación y a veces de linchamientos en masa.
La Peste Negra supuso, desde luego, un punto de inflexión en la Edad Media Europea y sus consecuencias a largo plazo terminarían por afectar al sistema feudal. En el siglo XV se experimentaron notables cambios demográficos, sociales, económicos y culturales que condujeron a la civilización hacia la Edad Moderna, en la cual eclosionó un nuevo sistema de relaciones entre el hombre y el cosmos. La epidemia de coronavirus que estamos padeciendo en la actualidad debería servirnos para trazar el futuro de manera positiva, y empezar a construir un nuevo modelo de sociedad más justo, humano y solidario. 

MÁS INFORMACIÓN:
https://academiaplay.es/peste-negra-pandemia-viejo-mundo/ 

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Este blog pretende ser un recurso didáctico para estudiantes universitarios, pero también un punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas por la Historia del Arte. El arte es un testimonio excepcional del proceso de la civilización humana, y puede apreciarse no sólo por sus cualidades estéticas sino por su función como documento histórico. Aquí se analiza una cuidada selección de obras de pintura, escultura y otras formas de expresión artística, siguiendo en ciertos aspectos el método iconográfico, que describe los elementos formales, identifica los temas que representan e interpreta su significado en relación a su contexto histórico y sociocultural.