En estos días
en que La Palma está de plena actualidad por la erupción del complejo volcánico
de Cumbre Vieja, merece la pena poner en valor el interesante patrimonio cultural
que atesora esta isla. Precisamente hace menos de un mes tuve la oportunidad de
visitar allí un nutrido conjunto de grabados rupestres localizados en el Parque
de La Zarza, al noroeste de la isla. Constituye una de las manifestaciones más antiguas
de la cultura benahoarita o aborigen, puesto que son muy anteriores a la
llegada de los españoles y de hecho permanecieron ocultos a su mirada durante
varios siglos. Los primeros petroglifos
de La Palma fueron descubiertos en 1752 en la cueva de Belmaco, un yacimiento situado
en el extremo sureste de la isla, muy lejos de La Zarza. Por esta razón, el
cura José de Viera y Clavijo los consideró como un testimonio aislado y “puros garabatos,
juegos de la casualidad o la fantasía de los antiguos bárbaros”. En el siglo siguiente
otros investigadores como K. von Fritz, S. Berthelot y R. Verneau comenzaron a
interesarse por estos curiosos grabados y apuntaron diversas interpretaciones: simples
decoraciones, jeroglifos, símbolos para marcar el paso del tiempo, etc. En la
primera mitad del siglo XX se descubrieron nuevos ejemplares, primero en
Garafía y en las montañas, y más tarde, en 1941, en los enclaves de La Zarza y La Zarcita.
Este conjunto,
escondido en un frondoso bosque de laurisilva, alberga más de 40 paneles rocosos
labrados con formas geométricas, entre las que se distinguen grupos de
espirales, círculos y semicírculos concéntricos, meandros y líneas de gran
variedad y complejidad. La técnica de ejecución incluye el picado, el
abrasionado y la incisión. Su estado de conservación es bueno y la red de
senderos ha sido acondicionada para poder acceder hasta ellos sin dificultad.
En cuanto al elevado riesgo volcánico, que podría afectar a su conservación,
esta parte de la isla se encuentra lejos de las zonas más activas en las que se
han producido las últimas erupciones y terremotos.
En cuanto al significado
de estos símbolos, se han propuesto varias hipótesis. L. Diego Cuscoy y A.
Beltrán Martínez los relacionan con cultos dedicados al agua y el sol; M.
Hernández Pérez considera que los grabados siguen parámetros espaciales vinculados
a las actividades pastoriles; y E. Martín, J. F. Navarro, J. País y A. Rodríguez
creen que son obras de arte rupestre realizadas por los primeros pobladores de
La Palma en épocas protohistóricas. La mayoría de los estudiosos coincide en
señalar la abundancia de agua en este paraje, que seguramente funcionó como una
especie de santuario en el que se desarrollaban ritos comunitarios propiciatorios
de la fecundidad y la vida.MÁS INFORMACIÓN:
Centro de Interpretación Etnográfico La Zarza (ilapalma.net)
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