En la teología católica, las «Virtudes Morales» o «Virtudes Cardinales» son aquellos modelos de conducta que disponen la voluntad y el entendimiento humanos para obrar según la razón iluminada por la fe cristiana. Se diferencian de las «Virtudes Teologales» en que no tienen como objeto el acercamiento a Dios sino el desarrollo de una conducta buena y honesta. Aunque desde época medieval los teólogos han tratado de justificar su existencia partiendo de algunos textos de la Biblia, lo cierto es que su origen está en la filosofía clásica. Platón describió en La República cuatro virtudes principales, así como la manera en que un individuo puede lograrlas: la Prudencia, que se deriva del ejercicio constante de la razón; la Fortaleza, que se ejerce mediante una conducta adecuada para cada caso, obrando según las emociones o el espíritu; la Templanza, que es la capacidad de hacer que la razón se anteponga a los deseos; y la Justicia, que lleva a un estadio moral superior en el que todo está en perfecta armonía.La Fortaleza, por su parte, se personifica como una mujer vestida con armadura o con una túnica de color leonado, que se apoya en una columna «porque de los elementos de un edificio éste es el más fuerte y el que sostiene a los otros», según Ripa. A sus pies suele aparecer un león, porque es uno de los animales que mejor representa esta virtud. A veces también se muestra a la Fortaleza en actitud de sofocar al león con una maza, significando su control sobre la temeridad y la arrogancia. Otros atributos posibles son un escudo y una rama de roble, que aluden a la capacidad de hacer frente a las pasiones y a la fortaleza del alma respectivamente. Así aparece precisamente en la imagen adjunta, tomada de un grabado de una de las ediciones más difundidas del Tratado de Iconología de Ripa, la del Abate Orlandi, publicada en Perugia en 1764.
La Justicia es representada como una mujer de aspecto virginal, muy bella, vestida de oro o de blanco, que sostiene en una mano una espada desnuda mientras que con la otra sujeta una balanza. El color dorado del vestido le otorga condición de realeza, a veces destacada por una corona, pero si el vestido es blanco es símbolo de pureza. Su belleza es una cualidad divina que en ocasiones es enfatizada con una paloma, símbolo del Espíritu Santo. En cuanto a los otros atributos, dice Ripa que la balanza pesa las buenas y malas acciones, y que «la Divina Justicia marca la pauta de todas las cosas, mostrándose con la espada las penas que les aguardan a quienes delinquieron». Otros atributos posibles son una vara de juez, un cetro de dominio y una venda sobre los ojos porque «no ha de ver ni mirar cosa alguna mediante la cual los sentidos, enemigos de la razón, ejerzan como jueces». Así se muestra esta alegoría en la última figura incluida hoy, extraída de un grabado francés de Gravelot y Cochin, de mediados del siglo XVIII.
Posteriormente, otros filósofos como Cicerón, Marco Aurelio, Gregorio Magno y Tomás de Aquino admitieron la importancia de estas cuatro virtudes y profundizaron en sus propiedades. Por eso también fueron representadas frecuentemente en el arte, donde adoptaron la imagen de vírgenes guerreras que luchaban contra los vicios o los demonios. En ocasiones, las cuatro Virtudes Cardinales aparecieron unidas a las tres Virtudes Teologales formando un número total de siete, que se opone a los Siete Pecados Capitales. Toda esta tradición iconográfica fue sistematizada en el siglo XVI por Cesare Ripa, en su ya mencionado otras veces Tratado de Iconología, donde las virtudes se describen minuciosamente.
La Prudencia, por ejemplo, está encarnada por una mujer que tiene dos caras, igual que el dios romano Jano. Está mirándose en un espejo que sostiene con una mano, mientras una serpiente se le enrolla en la otra, tal como se la representa en esta pintura del italiano Girolamo Macchietti, de la segunda mitad del siglo XVI, que pertenece a la Colección Luzzetti. Los dos rostros simbolizan la capacidad de considerar tanto las cosas pasadas como las futuras, y el acto de mirarse en el espejo a la hora de tomar decisiones significa conocimiento de sí mismo, sobre todo de los propios defectos, a la hora de tomar decisiones. La inclusión de la sierpe se debe a un pasaje de la Biblia que dice «Sed prudentes como las serpientes», pero también al propio comportamiento de este animal cuando es atacado, que yergue la cabeza mientras amaga y se defiende con el resto del cuerpo. Otros atributos posibles, según Ripa, son una flecha sobre la que se enrosca un pez rémora, o un delfín envuelto en un ancla, que expresan en ambos casos el dilema entre las prisas por tener que hacer las cosas y la tardanza en tomar decisiones acertadas. También puede llevar un yelmo dorado, símbolo de las decisiones armadas de buenos consejos, y un ciervo, que por su conducta es un animal al que siempre se le ha atribuido la cualidad de la prudencia. Una versión más filosófica de esta virtud añade la calavera como referencia a la inevitable meditación sobre la vida y la muerte.
La Templanza tiene muchas representaciones posibles que aluden indistintamente al equilibrio, moderación y autocontrol. Ripa la describe como una mujer que sostiene una rama de palma con la derecha y un freno con la izquierda. La palma es una planta que nunca se dobla por más que se la someta a fuertes pesos, levantándose siempre; y el freno hace referencia al dominio de las pasiones. Otros atributos pueden ser un péndulo referido al equilibrio necesario entre el movimiento y el reposo; un arco y unas flechas alusivos a la precisión requerida en las buenas acciones; o incluso un elefante, porque se trata de un animal que siempre ingiere la cantidad justa de alimento, sin rebasarla nunca. Sin embargo, la representación más frecuente de la Templanza no sigue las propuestas de Ripa sino que se remonta a otras tradiciones iconográficas de origen medieval. La imagen que reproducimos aquí está tomada del basamento del sepulcro de Alonso Fernández de Madrigal, el Tostado, esculpido por Vasco de la Zarza en la catedral de Ávila hacia 1520. La Templanza aparece como una mujer en el acto de escanciar agua en una copa de vino, con el fin de mitigar lo que es demasiado excitante. Esta imagen de la Templanza logró gran difusión en la cultura popular, entre otros medios a través de la baraja del Tarot.
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