Entre las obras maestras que atesora la Catedral de
San Esteban de Viena se encuentra este fantástico púlpito del periodo Gótico
Tardío, construido entre finales del siglo XV y principios del XVI. Durante
mucho tiempo fue atribuido a Anton Pilgram, pero en la actualidad se relaciona
con el taller de Niclaes Gerhaert van Leyden, autor del sepulcro del emperador
Federico III en esta misma catedral. El escultor está representado en un
curioso relieve situado en la base del pilar al que se adosa el púlpito. Este
relieve es conocido popularmente como "el mirón en la ventana" y
muestra al personaje con un compás que le identifica como arquitecto, de forma
similar a la estatua de Anton Pilgram, que se encuentra a los pies del órgano.
La composición consta de tres módulos de piedra
arenisca: primero, un pedestal articulado por seis columnillas que albergan esculturas de santas y dan paso a una cazoleta formada por esbeltas
tracerías caladas, que se asemejan a los pétalos de una flor; segundo, una tribuna
o cátedra de planta poligonal, en cada uno de cuyos lados se muestra una figura
de los Padres de la Iglesia en altorrelieve, cobijada por gabletes curvilíneos;
y tercero, una escalera de acceso que rodea todo el pilar de la catedral y está
rematada por una barandilla de tracerías formadas por ruedas trilobuladas y
cuadrilobuladas.
Iconográficamente, los elementos más importantes son las esculturas de los Padres de la Iglesia Latina, que aparecen con libros por su condición de doctores junto con otros atributos y poses referidos a distintos temperamentos: San Agustín tiene una mitra de obispo y una actitud reflexiva con la mano en la barbilla, San Gregorio Magno una tiara y una lupa que simboliza el escepticismo de la edad adulta, San Jerónimo un capelo cardenalicio y el gesto pesaroso de la vejez, y San Ambrosio vestido también de obispo, en actitud melancólica. En las columnas situadas entre los Padres hay otras estatuillas; entre todas suman doce, como los Apóstoles de Cristo.
Las ruedas trilobuladas de la escalera simbolizan la Trinidad y parecen estar en ascenso, mientras que las cuadrilobuladas sugieren descenso y representan lo terrenal: las estaciones del año, los puntos cardinales o los temperamentos. Por la barandilla se deslizan serpientes, ranas y anfibios fantásticos que se muerden entre sí, simbolizando la lucha del bien contra el mal. En lo alto de la escalera, un perro guardián evita evita que estos animales intrusos lleguen a la tribuna del predicador. Todo constituye una metáfora del viaje ascendente del sacerdote, que al subir al púlpito se aleja de todo lo mundano y queda tocado por lo divino para predicar adecuadamente la Palabra de Dios.
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